La homosexualidad durante el Franquismo


 


La homosexualidad estuvo penada en toda Europa hasta la segunda mitad del s.XX, y España no fue una excepción. Aunque, la España de Franco abordó el tema de una forma muy distinta. Tras la Guerra Civil, el franquismo creó su propia “psiquiatría hispana”.

Esta psiquiatría no fue sino una simple imitación de la forma de pensar nazi, que fue extrapolada al territorio español. Pero, con una distinción, en España se tendría como principal fundamento el concepto de “vitalidad”, término ambiguo definido poéticamente como “la sutura entre el cuerpo y el alma”. Es por esto, que muchos doctores de la época entendían enfermedad mental como un castigo por el pecado. Sobra decir, que todos los médicos de le época eran sumamente católicos y cristianos.

En este contexto, los homosexuales en el mejor de los casos eran enfermos. Se les practicaban electroshocks, terapias aversivas y lobotomías (fig.1) de las cuales el propio López Ibor presumía de “exitosas”.  Incluso, las revistas de la época se hacían eco de estas prácticas como se puede comprobar en la revista Interviú de 1973, la cual recogía una entrevista al doctor Ibor donde decía: “Mi último paciente era un desviado. Después de la intervención del lóbulo inferior del cerebro presenta, es cierto, trastornos en la memoria y la vista, pero se muestra más ligeramente atraído por las mujeres”.

Las primeras terapias de reconversión surgieron durante la I Guerra Mundial, ya que los altos cargos del ejército alemán detectaron que la homosexualidad estaba muy extendida entre sus tropas. Según creían esto se debía a causas ambientales, ya que genéticamente la raza aria era perfecta y no podía darse esos comportamientos antinaturales.

Fig. 1. Quirófano del Hospital Penitenciario de Madrid (1956).

La verdad es que en España no hubo una excesiva persecución por el colectivo durante esa época, ya que el Código Penal de 1822 no recoge el delito de sodomía, debido a su inspiración en la francesa donde se había despenalizado en 1791. Pese a esto, años posteriores se reformaría el código y se introduciría la figura del “escandalo público”, siendo en algunos casos la homosexualidad un delito de esta índole. No seria hasta la llegada de Primo de Rivera que se endurecería la ley en contra de la homosexualidad castigándola con multas e inhabilitación para ocupar cargos públicos.

Llegada la II República se despenaliza en 1932 completamente la homosexualidad, a excepción del Ejército. Si bien es cierto, que luego redactarían la famosa Ley de Vagos y Maleantes en 1933 sobre delincuentes potenciales, pero no se incluyó la homosexualidad en ella. No sería hasta 1952 durante el franquismo que se modificaría para incluir al colectivo en ella.

Los artistas homosexuales fueron un claro objetivo durante el franquismo. Desde Miguel de Molina (fig.2) el cual recibió una paliza antes de irse exiliado, hasta muchos otros como Gilda Love que sobrevivieron al calvario franquista. Muchos de ellos, tuvieron que convertirse en informantes de la policía para poder continuar con su vida.

Fig. 2. Fotografía de Miguel de Molina.

En el ámbito militar, la homosexualidad estuvo muy presente. Se podía tener relaciones sexuales con otro hombre sin muchas complicaciones. La camarería en muchas ocasiones encubría relaciones amorosas bajo el techo de los cuarteles. Incluso, se cuenta que en los ejércitos de África era habitual las noches de juerga con hachís y alcohol con jóvenes marroquíes. Por esto, en 1942 Franco tras un viaje a la Academia Militar de Zaragoza ordena que en la habitaciones hubiera una tercera cama. De esta forma se evitarían futuras tentaciones.

Otra historia era la homosexualidad en la alta sociedad. Los que tenían los medios para tener una doble vida, es decir dinero y dos pisos, tenían mayores facilidades. Algunos autores afirman, que las familias pudientes incluso aceptan la homosexualidad de sus hijos llegando a dejarlos convivir con sus amantes con la excusa de la llegada de un primo lejano. Además, los jóvenes de alta cuna que eran homosexuales en muchas ocasiones abusaban, por su posición, de los más humildes.

Las lesbianas por el contrario, sufrieron una exclusión distinta. Si bien es cierto, que tuvieron mayores facilidades para verse entre ellas, ya que una mujer que vivía sola en casa y llevaba a otra amiga no estaba tan mal visto como si llevaba a un hombre. Por esto, durante el franquismo los expedientes en contra de lesbianas fueron mucho menores que el de homosexuales. Existieron verdaderas “redes” de mujeres que celebraban fiestas exclusiva de féminas sin levantar sospechas (fig.3). Pese a esto, muchas mujeres no supieron su sexualidad real hasta la llegada de las ideas feministas llegadas años después.

Fig. 3. Grupo de mujeres de la época.

Es por esto, que los hombres sí que tuvieron que recurrir a encuentros clandestinos en baños, playas, cines o zonas de descanso. Lo que significaba una exposición no solo a las autoridades, sino también a los delincuentes y ladrones. En muchos casos, surgieron estafas alrededor de estos encuentros. Uno captaba enseñando su miembro en los baños a otro, y luego aparecía uno que decía ser policía, por un módico precio, todo se quedaba en su susto.

Otro punto de encuentro fueron los prostíbulos, hasta allí acudían hombres no por el placer de buscar mujeres, sino porque en muchas ocasiones había jóvenes dispuestos a tener relaciones por dinero. Incluso, en muchas ocasiones las propias féminas se colocaban un dildo para dar placer a los que allí acudían.

Pero, todo esto cambiaria en 1952 cuando Franco modifica la ley de Vagos y Maleantes para incluir la homosexualidad. Muchos que antes habían sido pillados y soltados sin más, ahora eran juzgados y llevados presos por mantener relaciones con otros hombres. Así es como nacen las cárceles para homosexuales.

En 1954, se pone en marcha la Colonia Agrícola Penitenciaria de Tefia (fig.4), en Fuerteventura. Esta colonia era un campo de concentración encubierta. Los presos picaban piedras y cavaban zanjas sin parar. Uno de estos reclusos llegó a contar como los trataban, narrando como para reconocerlos como homosexuales, el médico los colocaba a cuatro patas y les introducía un dedo por el culo. Según la facilidad para introducirlo era o no homosexual. 

El director de este lugar era un sacerdote vasco que dictaba cuantos golpes, a quién y por qué dárselos, así como el tiempo que estarían allí. Además, les guardaba la correspondencia y la comida enviada por las familias de los presos, hasta que olía mal para que no pudieran comérsela.

Fig. 4. Fotografía de Colonia Agrícola Penitenciaria de Tefia, Fuerteventura.

A parte de la de Fuerteventura, también existieron otras en Badajoz y Huelva. La primera destinada a homosexuales pasivos y la otra a activos. En las cárceles comunes como la de Carabanchel en Madrid o La Modelo en Barcelona, los reclusos homosexuales eran violados sistemáticamente por los demás internos. Incluso, había celdas en las que los funcionarios prostituían a los presos como si de un prostíbulo se tratase.

En la calle, la ley la dictaba la Brigada Social. Estos buscaban a los homosexuales mediante agentes secretos en cines y discotecas, para luego crear informes de conductas con explícitos detalles. Había que tener un especial cuidado entonces, porque se infiltraban en grupos y locales clandestinos para luego llevar presos a todos aquellos que cometían delitos.

Peor lo tuvo el colectivo trans, por aquel entonces llamados “travestis”. El franquismo los consideraba los más pervertidos, no solo por su sexualidad, sino también por su apariencia (fig.5). Las personas trans, fueron una opción más a la hora de la prostitución sobre todo por aquellos que ocultaban su sexualidad o los que no podían acostarse con sus novias hasta el matrimonio.

Fig. 5. Ficha policial de una encarcelada en 1974 por la Ley de Peligrosidad Social.

Durante la década de los sesenta la sociedad española comienza a modernizarse y con ellos surgen bares de ambiente, que se ocultan a los ojos de la dictadura como buenamente pueden. Además, con la llegada de la clase media, los homosexuales de buena familia ven como ya no pueden abusar de su posición. Gracias a esto, aparecieron las primeras sociedades de homosexuales como AGHOIS en Barcelona, cuyas protestas influyeron positivamente en la sociedad de aquel tiempo.

Y así llegamos a 1970 donde el régimen se suaviza y la Ley de Peligrosidad Social únicamente castigaba los actos homosexuales y no a los homosexuales por el hecho de serlos. Pese a esto, la homosexualidad comenzó a ser tratada como una enfermedad y no un delito. Esta situación perduró hasta 1980 cuando por fin, gracias a una proposición del PSOE y el PCE, se eliminan los apartados dedicados a los homosexuales en la Ley de Peligrosidad Social. Pese a esto, más de cinco mil homosexuales fueron encarcelados, juntos a otros tantos que se exiliaron, suicidaron o sufrieron terapias de reconversión que acabaron con sus vidas.

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