Hoy
1 de diciembre, celebramos el Día Internacional de la Lucha Contra el VIH. Una
lucha que atañe a todo el mundo, pero que un colectivo en concreto a sufrido
como suya propia, el colectivo LGBTIQ+. Desde aquí, quiero aportar mi granito
de arena contra la desinformación, los bulos y sobre todo, contra el estigma.
La historia del VIH y su relación con el colectivo LGBTIQ+ comienza así:
El
5 de junio de 1981, las autoridades sanitarias de Estados Unidos detectaron
cinco casos de personas que padecían una neumonía poco común causada por un
hongo llamado Pneumocystis jirovecii. Poco después, algunas de
estas personas también desarrollaron manchas violetas en la piel, causadas por
un tipo de cáncer conocido como sarcoma de Kaposi, que se caracteriza por la presencia de unas manchas violetas en la piel. Con el tiempo, estas
personas comenzaron a sufrir otras enfermedades graves debido a infecciones que
su sistema inmune no podía combatir, lo que acababa con su vida rápidamente.
Una
cosa llamaba la atención: todas tenían muy pocos linfocitos (un tipo de célula
del sistema inmune) y eran hombres que mantenían relaciones sexuales con otros
hombres. Este último detalle desvió la atención de lo realmente importante y
creó un estigma que aún persiste. Los medios empezaron a usar términos
ofensivos como "cáncer gay" (fig, 1) o "síndrome homosexual", lo que
difundió información falsa y discriminatoria. Incluso la comunidad científica
adoptó el término GRID, que en inglés significaba "Deficiencia
Inmunitaria Relacionada con la Homosexualidad". Así comenzó una ola de
desinformación que afectó tanto a las personas enfermas como a sus derechos.
Fig. 1. Portada de Diario 16 donde habla sobre el primer caso de VIH, denominado por aquel entonces "cáncer gay". |
Un
año después, en 1982, se dejó de usar el término GRID y se adoptó el nombre que
conocemos hoy día, SIDA (Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida). Pero aún
quedaba la gran incógnita: ¿qué lo causaba?
No
sería hasta 1984 cuando los científicos Françoise Barré-Sinoussi y Luc
Montagnier (fig.2) identificaron al responsable, el virus del VIH (Virus de la
Inmunodeficiencia Humana). Este virus atacaba el sistema inmunológico y se
transmitía por sangre, relaciones sexuales sin protección y de madre a hijo
durante el embarazo o el parto.
Fig. 2. Françoise Barré-Sinoussi y Luc Montagnier |
Actores
de renombre como Rock Hudson, que moría de la enfermedad en 1985, llegaron a
contar su lucha con la enfermedad. No sería el único, tras él surgieron nombres
como Freddie Mercury, Roberth Mapplethorpe o actrices como Gia Carangi (fig. 4).
Esto solo creó aún más un estigma a la enfermedad que costaría erradicar.
En ese mismo año, se celebraría la primera Conferencia Internacional sobre el
Sida en Atlanta, organizada y apoyada por la OMS. Allí, se autorizó la primera
prueba con anticuerpos para luchar con el VIH. Así mismo, comienzan a
detectarse más casos por las donaciones de sangre.
En medio de
la crisis del VIH de los años 80, hubo un colectivo que marcó la diferencia, la
comunidad LGTBQ+. Pese a que se enfrentaron a miedos, discriminación y
desinformación, se unieron para luchar contra el virus y el estigma asociado a él.
En ciudades como Nueva York y San Francisco, surgieron campañas mediáticas, se escribieron
artículos críticos y se organizaron manifestaciones para exigir justicia y
atención.
Fig. 4. Roberth Mapplethorpe, Gia Carangi y Freddie Mercury. |
El momento
clave llegó con la Declaración de Principios de Denver, un
documento que exigía que las voces de las personas homosexuales fueran
escuchadas en la lucha contra el VIH. Decía cosas como: "No nos culpes
de la epidemia, no generalices sobre nuestras vidas. Apóyanos en esta lucha
contra quienes quieren quitarnos nuestros trabajos, nuestras casas o alejarnos
de nuestros seres queridos".
Este
esfuerzo no solo cambió percepciones, sino que ayudó a impulsar avances
médicos. En 1986, llegó una gran noticia: los primeros resultados positivos de
un ensayo clínico con personas con SIDA. Se trataba del primer medicamento
antirretroviral, diseñado para impedir que el VIH se multiplicara en el cuerpo.
Este tratamiento ayudaba a proteger las células CD4 (parte clave del sistema
inmunológico) y a dar esperanza a quienes enfrentaban la enfermedad.
Esto era un rayo
de esperanza, puesto que la urgencia era enorme. Para aquel entonces, el VIH ya
se había identificado en 85 países, y el número seguía creciendo. Gracias al
trabajo conjunto de la comunidad LGTBQ+ y los investigadores (fig. 5), este avance se
convirtió en una herramienta para la lucha que apenas comenzaba.
En 1987, el
primer medicamento antirretroviral fue aprobado para su comercialización. Esto
permitió comenzar a frenar la epidemia de VIH. Poco después, en 1988, se
estableció el 1 de diciembre como el Día Mundial de la lucha contra el SIDA (fig. 5),
un momento para reflexionar y concienciar sobre la enfermedad. En España, ese
mismo año, se lanzó la primera gran campaña de prevención con el lema "Sí
da, no da" (fig. 6), que explicaba cómo se transmitía el virus y desmentía
ideas falsas.
Fig. 5. Primeras manifestaciones del Día Mundial contra la lucha del VIH. |
Pese a esos
esfuerzos, algunos mitos sobre el VIH todavía persisten. Según un estudio de
2021 llamado Creencias y actitudes de la población española hacia las
personas con VIH existe un 11% de las personas cree que el VIH se transmite
al compartir un vaso. E incluso un 12,6% lo asocia solo con ciertos colectivos
como hombres gais, personas que consumen drogas o trabajadoras sexuales. Sin
olvidar que este estudio saco a la luz que un 36,3% se sentiría incómodo si su
hijo tuviera un compañero de clase con VIH.
Estos
prejuicios no tienen base en la realidad. Hoy sabemos que si una persona con
VIH sigue su tratamiento y tiene una carga viral indetectable, no puede
transmitir el virus. Además, en España, un tercio de las transmisiones ocurre
en relaciones heterosexuales, según el Ministerio de Sanidad. A pesar de los
avances médicos, el trabajo educativo y social sigue siendo clave para acabar
no solo con el virus, sino también con el estigma que lo rodea.
Fig. 6. Primera campaña de VIH en España con el lema "Si Da, No Da". |
Aunque los
prejuicios siguen presentes en la sociedad, la ciencia ha sido un refugio de
esperanza en la lucha contra el VIH. Uno de los mayores logros llegó en 1996
con la aprobación del Tratamiento Antirretroviral de Gran Actividad (TARGA),
considerado hasta hoy el descubrimiento más importante para controlar el virus.
Este tratamiento transformó el VIH de una enfermedad mortal a una condición
crónica controlable.
Décadas
después, en 2021, se presentó una innovación revolucionaria: un tratamiento
antirretroviral inyectable de acción prolongada, desarrollado por las
farmacéuticas ViiV Healthcare y Janssen. En lugar de tomar una pastilla diaria,
las personas con VIH solo necesitan recibir una inyección cada dos meses. Este
avance no solo mejora la comodidad, sino también la adherencia al tratamiento,
lo que puede marcar una gran diferencia en la calidad de vida de quienes viven
con el virus.
La ciencia
nos recuerda algo fundamental, el VIH no es lo mismo que SIDA. Gracias a
los tratamientos actuales, una persona con VIH que sigue su medicación puede
tener una carga viral indetectable, lo que significa que no puede transmitir el
virus. Este hecho debería desmontar los prejuicios, pero el desafío social aún
persiste.
Hoy, la
lucha no es solo médica, sino también social y mediática. Más allá de buscar
una cura definitiva, el reto más urgente es acabar con la serofobia, el rechazo
y la discriminación hacia las personas con VIH. Porque, aunque la ciencia ha
avanzado enormemente, no hay descubrimiento que valga si como sociedad no aprendemos
a mirar más allá del estigma.
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