Vida e historia del Partenón de Atenas

Jose M Gil

El gran valor que tiene el edificio más hermoso del mundo no solo es por su gran belleza arquitectónica, sino por su ventaja natural. Debemos partir de la premisa de que el emplazamiento de este templo no fue deliberado, pues diversos mitos asocian a este enclave - tan elevado - como cuna del nacimiento de la diosa virgen Atenea. Además, los mitos cuentan que este fue el lugar donde la diosa venció a su tío - el dios del mar, Poseidón -  en la lucha por el control y protección de la ciudad de Atenas.
Diversos estudios e intervenciones arqueológicas han demostrado, que en el Monte Pentélico existieron hasta tres construcciones de diversos templos anteriores a la residencia de la Atenea Partenos. En los siglos VII y VI a.C. en ese mismo emplazamiento, se encontraba ya emplazado el Hecatómpedon – templo de 100 pies – erigido en honor a la diosa Atenea. Tras esto, para conmemorar la victoria de los griegos sobre los persas en Maratón, los helenos decidieron construir en el 490 a.C. un templo dedicado a la protectora Atenea, sobre la colina sagrada de la Acrópolis. Pero diez años después, un nuevo ejército persa irrumpe en Grecia. Tras el fallido intento en las Termopilas de frenarlos, los persas llegan a Atenas y la arrasan. Las tropas persas se ensañaron sobre todo con los edificios sagrados que se hallaban en la Acrópolis, por lo que, el nuevo templo – que aún estaba en construcción – fue destruido hasta los cimientos. Durante tres décadas, la colina sagrada permaneció totalmente en ruinas, hasta que Pericles propuso al pueblo griego la reconstrucción de la Acrópolis (Fig. 1). La pieza clave de este gran proyecto era la construcción de un nuevo templo en honor a la diosa Atenea, que tendría diversas funciones: custodiar el tesoro ateniense; conmemorar la gesta de Maratón y las dos guerras libradas contra los persas. Aunque lo que de verdad importaba, es que sería la residencia de la más majestuosa estatua en honor a la diosa realizada jamás.    
Pero la Acrópolis no solo albergó el majestuoso templo de esta diosa, sino que en la colina podemos encontrar también, templos para honrar a dioses como Zeus, Poseidón, Hermes o Hefestos. Por lo que los constructores tuvieron que hacer piruetas para construir el templo sin ver afectados los otros espacios sagrados.
Fig. 1. Fidias Mostrando el friso del Partenón a sus amigos, óleo sobre lienzo de Lawrence Alma-Tadema (1868).

La construcción del Partenón duró casi diez años y estuvo plagado de tintes políticos, más que religiosos. No solo fue la obra maestra por excelencia de Fidias, sino que también impulsó políticamente la gloria del político y orador ateniense, Pericles. Además, a la ciudad le reportó un gran valor como emblema de la civilización, poniéndola a la cabeza de todas las polis. Por otro lado, el templo siempre estuvo presente en la vida ateniense, ya que se podía vislumbrar los reflejos del sol en el escudo o el casco de la gran estatua de la Atenea Promacos desde cualquier parte de la ciudad.
Como hemos comentado anteriormente, uno de los grandes valores de esta construcción fue su gran belleza. El edificio era enorme, en el lateral presentaba diecisiete enormes columnas de mármol, que conducían la vista al enorme friso que coronaba el templo. El Partenón fue una obra que se integró perfectamente en el enclave, aunque para apreciar su magnificencia, habría que tener ojo de arquitecto. Las columnas mencionadas, eran de orden dórico, la base del templo fue de carácter períptero y anfipróstilo. Una vez dentro encontrábamos la pronaos, mediante la cual se accedía a la naos lugar donde residía la imponente estatua de la diosa virgen, esculpida por Fidias. La imagen portaba a la diosa Nike en una mano y una lanza en la otra. Estaba ataviada con la armadura y el casco típico griego, los cuales representaban los valores más firmes del sentimiento ateniense. Si bien, no se le rendía culto a esta imagen, sino a otra estatua más pequeña hecha en madera, la cual se consideraba un regalo de los dioses al pueblo de Atenas. Mención aparte se merecen los magníficos frisos y metopas que adornaban la cabecera del templo, de los que hablaremos detenidamente más tarde.
Aunque fuera tan impresionante y magnifico, el Partenón no fue el centro religioso de la Acrópolis, sino que lo era el Erecteion (Fig. 2). Además el templo de la diosa no estaba destinado únicamente a rendir culto, sino que también servía para custodiar los objetos de valor de la ciudad. La grandiosa estatua que se situaba en el interior del Partenón, estaba construida en oro y marfil. También el edificio sirvió como almacén para cuencos de oro, guirnaldas y diversas ofrendas de plata y brillantes, que eran usados para fundir o vender en momentos de necesidad y así construir defensas para la ciudad.
Fig. 2. Erecteion de la Acrópolis de Atenas.

Por último, debemos decir que el Partenón ha pasado diferentes fases de uso en función de las culturas que han conquistado y rodeado a la ciudad de Atenas. Desde la invasión hérula del año 267 d.C., ha sufrido transformaciones en su forma y funciones. Además, en el año 408 d.C. con la elaboración del Codex Theodosianus, se prohíben los cultos paganos, por lo que los templos son declararos lugares de uso público, terminando así con los cultos. Entre el 583 y el 591 d.C. se consagra el Partenón como iglesia cristiana, comenzando a ser empleado para funciones típicas de estos templos. Con la llegada del Imperio Bizantino, y la de otros pueblos, la ciudad sufre números expolios. Pero en 1456, Atenas se anexiona con el Imperio Turco y el templo se convierte en mezquita. Más tarde en polvorín, hasta que en 1687 durante el asedio veneciano, el almacén de explosivos salta por los aires. En este momento el magnífico y célebre Partenón 
̶  hasta entonces un edificio vivo y activo  ̶̶̶̶̶̶̶  se convierte en ruinas y en un vestigio del glorioso pasado.
De la cantera a la obra maestra
El gran templo en honor a la diosa Atenea se realizó enteramente en mármol procedente del monte Pentélico, el cual estaba situado a dieciséis kilómetros al noreste de Atenas. El mármol empleado era blanco y brillante, con el paso del tiempo adquiriría una pequeña pátina dorada, debido a las inclusiones de hierro en el mármol. Gracias a la dureza de este material, lo convirtió en el más idóneo para la realización del templo.
A día de hoy, aún se pueden ver en la vertiente suroeste de la montaña la cantera de donde se extrajo el mármol que se emplearía en la construcción de la Acrópolis. Mediante canales tallados a cincel los canteros separaban bloques de igual altura. Posteriormente, se hacían unos agujeros alargados paralelos a la veta de extracción por donde se colocaban unas cuñas de madera. Estas cuñas al mojarse se hinchaban, haciendo que el bloque de mármol se desprendiese de la roca. Este bloque luego era trabajado en la misma cantera, donde se le daba casi la forma definitiva. El trabajo final de pulido se realizaría una vez colocadas las piezas, por lo que el resultado de la extracción debía ser cuanto más ligero mejor para ayudar en la labor de transporte.
Tras todo este proceso, las piezas bajaban ladera abajo a bordo de trineos por unas pistas aun perceptibles a día de hoy. En ambos lados de dichas pistas se colocaban unas estacas de madera por donde pasaban unas cuerdas, para tener controlada la velocidad en la que bajaba el trineo. En los pies de la montaña esperaban carros tirados por bueyes, que serían los encargados de llevar las piezas a la ciudad, este viaje podía llegar a durar hasta dos días. Una vez situados los bloques de mármol en el lugar de la obra, estos se elevaban mediante poleas y grúas.
Como hemos comentado en la introducción, los cimientos del antiguo templo fueron aprovechados por los arquitectos, pero estos no se ciñeron a los planos originales y ampliaron el nuevo templo hacia el lado norte de la explanada de la Acrópolis. Este cambio se debe, a que el nuevo edificio sería más ancho, contando con ocho columnas en las dos fachadas y diecisiete en los lados largos. Posteriormente, se crearon tres escalones y sobre el superior, estilóbato, se erigió el peristilo.
El Partenón sigue el orden dórico, como consecuencia de esto, sigue un entablamento propio de este orden. Las columnas estaban formadas entre diez y doce tambores, como el estilóbato no era plano hubo que hacer diversos ajustes para que estos se asentaran (Fig. 3). Apoyados en las columnas se colocaban los arquitrabes, que eran bloques de mármol colocados en forma horizontal. Posteriormente, sobre estos se colocaron los frisos, cuya decoración estaba formada por noventa y dos metopas (14 en las fachadas, 32 en la parte norte, otras 14 en la oriental y 32 en la parte sur) y triglifos. Los triglifos eran rectangulares, construidos en mármol y ricamente decorados con acanaladuras. Se trataba de recrear en piedra el final de una viga, algo que recordaba a los primitivos templos. Las metopas por su parte, eran representaciones de figuras esculpidas en altorrelieve, situadas entre los triglifos. Estas figuras estaban pintadas y ornamentadas, las cuales representaban escenas donde la civilización ateniense vence a la barbarie (Fig. 4). Puesto que las metopas eran parte importante de la estructura – soportaban el techo  ̶ , plausiblemente estas esculturas serían las primeras en crearse para poder así finalizar el Partenón. Esto hace pensar que Fidias tuvo una serie de colaboradores, que lo ayudaron en la creación del grupo escultórico, puesto que sin las metopas, no se podría culminar ni terminar el techo del templo.

Fig. 3. Vista de frente del Partenón. 

El friso era la parte más importante e imponente del templo. Ciento sesenta metros de los más bellos altorrelieves realizados en mármol. Curiosamente, las esculturas eran de estilo jónico, cuando el templo era de estilo dórico. Se trataba de una procesión con más de trescientos setenta participantes, los cuales la gran mayoría eran jinetes y carros. A ciencia cierta, no se sabe si la procesión era la de las Grandes Panateneas, que tenían lugar cada cuatro años en honor a la diosa Atenea.
Fig. 4. Reconstrucción hipotética de uno de los frisos del lado septentrional. 

El Partenón durante el mandato de Pericles
La construcción del Partenón no fue aprobada por todos, debido a que debía usarse dinero público. Pese a esto, Pericles (Fig. 5) fue denunciado por sus enemigos políticos de emplear el dinero de la Liga de Delos para la construcción de los edificios. Ante esto, Pericles decidió usar su propio dinero en la construcción y colocar a su nombre todas las edificaciones. Esto provocó que la multitud prefiriese que se gastasen los fondos públicos.
Fig. 5. Copia romana de la estatua de Pericles del escultor griego Kresilas.

Estas construcciones formaban parte un proyecto aun mayor e idílico. Uno de estos proyectos era el Partenón, pero también se incluía el Odeón, el Telesterión de Eleusis, las murallas y el Pireo. Todos estos edificios estaban pensados para engrandecer la ciudad. El Partenón se convierte así, en el exponente en piedra de todas las ideas de Pericles y su percepción de la realidad tras la paz de Calias. Por otro lado, la idea de grandes construcciones en Atenas ayudó a aquellos que tras las guerras con los persas y los espartanos, se habían quedado sin nada que hacer. Debido a esto, encontramos más de cincuenta talleres que trabajaron para la realización de la Acrópolis.
Hacia mediados del s.V a.C. Atenas había aumentado. Atraía a diferentes tipos de personas pertenecientes a todas las esferas y con diferentes dotes. Encontrándonos así desde escultores y canteros, hasta filósofos y científicos que acudían a Atenas por su rica vida intelectual. Los extranjeros – aunque no tuvieran los mismos derechos y privilegios que los atenienses –, también acudían a la ciudad en masa. La mayor parte de las impresiones de estos viajeros, solo la conocemos en gran parte gracias a los escritos de Plutarco.
El Partenón bajo la protección romana
En los siguientes mil años, apenas sucedió nada importante en la historia del Partenón. En el s.IV a.C. sabemos que Alejandro Magno envió algunos escudos, conseguidos durante una batalla contra los persas, para que decoraran el Partenón. Estos escudos se colocaron en los arquitrabes del Partenón, para su perfecta visualización.
A finales del s.II a.C., Atenas se incorpora junto al resto de Grecia, al Imperio Romano. Aunque técnicamente las polis griegas eran libres, perdieron todo poder político. Igualmente, Atenas siguió siendo un centro cultural y una ciudad universitaria de gran respeto. Los grandes intelectuales romanos como Cicerón, acudían a la ciudad para recibir las lecciones de los grandes filósofos griegos. Únicamente el emperador Nerón fue capaz de mancillar el Partenón, colocando en el arquitrabe una inscripción en bronce con su nombre.
Se realizaban copias de las esculturas del Partenón para que decorasen los monumentos públicos de gran importancia de Roma. Incluso encontramos que se realizaron copias de la gran estatua de la Atenea Partenos (Fig. 6) a modo de “souvenir”, para los turistas romanos que quisieran llevárselas.
En el s.III d.C., el Imperio Romano se vio amenazado por las invasiones bárbaras, que pusieron la ciudad de Atenas también en peligro. En el 267 d.C. los godos herulios invadieron toda la ciudad a excepción de la Acrópolis, que se convirtió en fortaleza. De esta forma volvió a tener el papel para el que primero fue ideado, mucho antes de que en ese lugar se rindiera culto a los dioses.
Fig. 6. Grabado victoriano del s.XIX del interior del Partenón con la majestuosa imagen de la Atenea Partenos.

Los nuevos usos del templo: iglesia y mezquita
El primer gran cambio que sufrió el Partenón surgiría en el 408 d.C., tras la promulgación del Codex Theodosianus. En el 435 d.C., este texto ordena acabar con todas las actividades paganas tanto privadas como públicas. Además, queda terminantemente prohibido los cultos dentro de los templos, por lo que ordenan la purificación de estos. El Partenón se convierte así en un edificio civil en desuso y abandonado.
Entre el 578 al 583 d.C. los eslavos invaden Grecia y la ciudad de Atenas es sitiada durante años. Posiblemente sea entre el 583 y el 591 d.C., cuando el templo tenga su mayor transformación, de templo pagano a iglesia cristiana dedicada a la Divina Sabiduría y a María Atheniotissa.
Para este nuevo uso, se cambió la entrada, moviéndola de lado este al oeste. La minúscula habitación posterior de la zona occidente se convirtió en el salón de entrada o nártex de la iglesia. Se colocaron puertas en el muro que separaba el nártex de la naos del templo, convirtiéndose esto en el cuerpo principal de la iglesia. La grandiosa estatua de la Atenea Partenos, por aquel entonces estaba ya desaparecida. Al convertir el templo en iglesia se tuvo que construir un ábside en el extremo este de la iglesia. Además, el tejado se colocó de nuevo y se levantó aún más y en los huecos dejados por este levantamiento, se colocaron ventanas para que entrara la luz al recinto.
Cuando el Imperio Romano se divide en dos, la ciudad de Atenas pasa a formar parte del Imperio de Oriente o Bizantino. Tras la Cuarta Cruzada, en el 1204, Atenas cayó bajo el dominio de los señores feudales de occidente. De este modo, de nuevo el templo se transformaría de iglesia ortodoxa griega en católica romana, bajo la misma advocación.
En 1260 surge el Ducado de Atenas gobernado por regentes francos y posteriormente por soldados mercenarios aventureros de la Compañía Catalana de almogávares. Posteriormente el ducado recaeria en la familia florentina llamada Acciaiuoli. Durante el gobierno de estos, encontramos dibujos del Partenón realizados durante el segundo cuarto del s.XV por un italiano llamado Ciriacus de Ancona (Fig. 7). El Renacimiento acababa de comenzar en Italia. Por lo que gracias a esto, Ciriacus sabía que lo que tenía ante él era el templo de la diosa Atenea. El artista italiano, dibujó el extremo occidental, puesto que erróneamente pensaba que era la parte frontal del templo, ya que era la entrada a la iglesia.
Tras la visita de Ciriacus, Atenas fue conquistada por el Imperio turco, que tras la conquista de Constantinopla en 1453, cayó rápidamente. El templo de Atenea volvía a transformarse una vez más, esta vez de iglesia cristiana a mezquita. El campanario cristiano o Torre de los Francos, que se había levantado se convirtió en el minarete de la mezquita. En los siguientes dos siglos, pocos visitantes de Occidente llegaron a Ateneas, pero igualmente tenemos grabados y dibujos de 1670, que atestiguan como estaba el Partenón en esas fechas.
Fig. 7. Copia del dibujo de Ciriacus del lado occidental del Partenón.

El Partenón en ruinas (explosión de 1687)
Tras la derrota sufrida por los turcos ante Viena en 1683, los venecianos sitiaron la Acrópolis en 1687 (Fig. 8). El Partenón fue empleado entonces como almacén de pólvora. Tras un bombardeo por parte de los venecianos, la pólvora almacenada se prendió provocando una gran explosión en el Partenón. Todo el centro del templo salto por los aires, dejando casi intacto los extremos, se destruyeron más de una veintena de columnas y gran parte del friso, sin contar con los más de trescientos muertos. El frontón occidental tampoco quedó intacto, el jefe de la flota veneciana, Francesco Morosini acabó destruyéndolo también.  El templo mejor conservado de la antigüedad quedaba en ese momento reducido a escombros.
Fig. 8. Grabado representativo de la explosión del Partenón en 1687.

Tras esto, de vez en cuando se daban casos de robo de trozos del templo para recuerdo, pero gracias a que no se desplomó por completo el Partenón, se puso freno a este expolio. Además, los venecianos tenían la costumbre de llevarse las obras de arte de las ciudades conquistadas, para decorar la suya propia. Como ejemplo de esto, tenemos el robo de cuatro caballos de bronce que engalanaban la ciudad de Constantinopla y que pasaron a formar parte del adorno de la iglesia de San Marcos. Por este mismo motivo, los venecianos quisieron llevar la misma estrategia en Atenas y llevarse así los grandes caballos de mármol del frontón occidental, para entrar con ellos en la ciudad de Venecia. Pero intentando bajar las pesadas esculturas, la grúa se rompió y quedaron destruidas (Fig. 9).
Poco después a esto, el ejército veneciano se retira y los turcos volvían a ocupar la ciudad. Tras la marcha de los venecianos, los turcos construyeron en el interior del templo una pequeña mezquita. Un dibujo realizado en 1766 nos da un ejemplo del aspecto que tenía la Acrópolis en ese momento. Otro de 1804 nos revela cómo se veía la mezquita y la devastación sufrida en el Partenón. Podemos ver así, en el suelo del templo trozos de esculturas destruidas, siendo algunas de estas empleadas en la realización de otros edificios e incluso calcinadas para obtener cal. Pero la gran mayoría desaparecieron a manos de viajeros, que hicieron que desaparecieran y nunca se volvieran a ver.
Fig. 9. Cabeza de uno de los caballos pertenecientes a la cuadriga de Selene en el frontón este del Partenón.

El pasado clásico: de la admiración a la protección (s. XV – XVIII)
La imagen que el hombre ha tenido del pasado a lo largo de toda su historia, ha variado constantemente en función del cambio de pensamiento e idea que se tenía sobre el ser humano y su legado. La visión que hoy tenemos de lo que representan el pasado y los vestigios que este dejó, difiere a la que el hombre pudo tener hace unos siglos. Además, esta visión nunca ha sido unidireccional, pues según la cultura o el momento del que hablemos, es posible encontrar un interés mayor o menor en el pasado clásico.
El Humanismo que nació en la Italia del Renacimiento llevó consigo un gran interés por el mundo grecolatino, en contraposición a un período considerado oscuro por los intelectuales del momento, como lo había sido la Edad Media. Para estos intelectuales, el simbolismo que emanaba de las eternas ruinas griegas y romanas, se convirtió en emblema de un tiempo mejor, al que había que intentar volver. Además, las enseñanzas que este pasado nos instruía y podían emplearse para solventar los problemas del presente.
Todo esto, provocó que el hombre comenzara a valorar más el producto de su pasado, creándose así una corriente antropocéntrica, en la que el modo de vida es dirigido por la importancia del ser humano como algo real y práctico. El problema vino de la errónea interpretación que hubo por parte del hombre de estos vestigios y del escaso recuerdo que se tenía del pasado. Por otro lado, la percepción que se tuvo de los vestigios como algo aséptico y sin significado, también se tradujo en un menosprecio por el pasado y el patrimonio. Esta concepción sufrió un traspié cuando en los años treinta del s.XVIII se encontraron los frescos, mosaicos y paredes ricamente decoradas, de las ciudades de Pompeya y Herculano (Fig. 10). Los grandes de la Ilustración, vieron en esto un refuerzo de sus ideas, ya que para ellos el pasado podía llegar a reaprovecharse y que al estudiar este pasado se podrían solventar problemas del presente. La diferencia vino con el mundo griego – cuna de los grandes filósofos que inspiraron a la ilustración – ya que los vestigios se encontraban en dominio turco.
También la Ilustración provocó el nacimiento de nuevos movimientos, percepciones y formas de entender el pasado. De esta forma la antigüedad se convirtió en una fuente de objetos preciosos e interesantes, pero aun así fríos y destinados a ser agolpados en colecciones privadas, que posteriormente se convertirían en museos, para que en un futuro se generara prestigio para sus países. Bastante tiempo debía pasar, para que los visitantes de los primitivos museos pudieran contemplar algo más que montones de objetos desordenados y agolpados sin ningún sentido, y pudieran comenzar a ver visitas didácticas que fomentaran el estudio del pasado.
Fig. 10. Fresco de la Casa de Marte y Venus en Pompeya.

¿Expolio o preservación del patrimonio? (s.XIX a la actualidad)
Dado que la imagen que se tenía del templo como Antigüedad y destinado a la admiración, comienza a especularse y vender objetos de valor de la Acrópolis. En ese momento entra en escena el embajador británico Lord Elgin que compró parte de las metopas y estatuas del Partenón entre los años 1799 y 1803, para sacar dinero con su exposición. Pero, en 1807 se expuso la colección en Londres, con piezas consideradas de menor calidad, provocando el fracaso de la exposición. Viéndose en la bancarrota, Lord Elgin ofrece la colección a Inglaterra y vende las piezas al gobierno británico. Este destinó estas obras a la exposición del British Museum y al negocio diplomático, como regalos a otros interesados (Fig. 11). Estas piezas estaban descontextualizadas y solo eran admiradas por su forma física y belleza. De este modo, son tratadas como los objetos fríos que hoy vemos en las salas de este museo, perdiendo de alguna forma toda posibilidad de trasladar al espectador al pasado.
Fig. 11. Esculturas pertenecientes al friso del Partenón en el British Museum.

Además, los restos del templo y del conjunto de la acrópolis ateniense que aun perduraban fueron ignorados y expoliados. Aunque, Otón de Baviera ideó en ese mismo espacio la construcción de un palacio en 1833, aunque nunca llegaría a culminarse. Lo que si se realizó en la Acrópolis, fue una cierta protección, convirtiéndose de nuevo en símbolo de las raíces del país heleno (Fig. 12). Esta protección convirtió a Lord Engin en un ladrón y enfrentó a Grecia e Inglaterra. Esto provocó también un afán por proteger el legado de Pericles, dándose casos de retirada o destrucción en la Acrópolis de todo aquello que no perteneciera a la Grecia clásica, causando una pérdida del patrimonio que jamás se recuperaría. Hoy día, y desde la aparición de películas como la Traición en Atenas (1959) o más recientemente la película juvenil Percy Jackson y el ladrón del rayo (2010) (Fig. 13), el Partenón y el conjunto de la Acrópolis ha sido un gran reclamo turístico y referente del inicio de la democracia. Lo cual se ha visto reflejado y trasladado a diversas arquitecturas, imitando así el modelo del templo en la iglesia de Madeliene (París, s.XVII); el Walhalla (Alemania, s.XIX); o la reconstrucción en Nashville (Tennessee, EE.UU., s.XIX). Lo que se debe a un intento de justificar un tipo de ideología, además de vincular el sentimiento de las naciones a la Grecia Clásica. Algo que ya se pudo ver en el vídeo promocional de los Juegos Olímpicos de 1936, en el que se intentó trasladar la imagen del pasado griego y de las ruinas del Partenón a la Alemania del nazismo.

Fig. 12. Grabado del estado de la Acrópolis en 1863. 

La presencia actual del templo y sus elementos, han llegado a nuestros días en un estado muy diferente al actual. La desnudez del mármol y la piedra que hoy contemplamos en el momento de su concepción, no era así sino que estuvieron ricamente pintados. Esto dio lugar a que en s.XIX se diera una representación más simbólica del edificio, que a la que se deba en un primer momento. Los atenienses usaron este patrimonio para favorecer la pervivencia en la memoria colectiva y asociarlo así a una etapa de embellecimiento y esplendor de su propia cultura.
Incluso después de todo esto, poco aprecio se le tiene  a esta obra culmen de la arquitectura griega clásica. Grecia parece no saber aprovecharse del tesoro nacional que tiene como lo hacen otros Estados con sus monumentos históricos. Por otro lado, la polémica con el Reino Unido por el saqueo de las obras, siempre es bajo el pretexto de que el templo es una ruina del pasado y no una historia viva. Lo que nos hace pensar, que si no hubiese sido por el expolio, este monumento nunca hubiera sido reconocido como una de las obras arquitectónicas más importantes de nuestro planeta.
Fig. 13. Fotograma de la película Percy Jackson y los dioses del Olimpo. El ladrón del rayo (2010).

En conclusión, el Partenón fue un símbolo del esplendor de la ciudad de Atenas y aún a día de hoy, tras todas las calamidades que ha sufrido este edificio tan emblemático de Grecia, sigue ahí impasible, mostrándonos toda su magnificencia. Como decía Pericles, “Son poderosos ciertamente los monumentos y señales de nuestro Imperio. Las edades futuras se maravillaran de nosotros, lo mismo que se maravilla el presente”, y no le faltaba razón. El pasado puede ser hermoso, un recuerdo, un sueño; pero no es lugar para vivir. Debemos cuidarlo, protegerlo y sobre todo difundirlo para que de esta forma nunca olvidar de donde venimos.
Bibliografía
Woodford, S. (2002): “El Partenón”, traducción, Rafael Lassaleta; revisión, Pedro López Barja de Quiroga. Ediciones Akal, Madrid.
Matyzak, P. (2012): “La antigua Atenas por cinco dracmas al día”. Ediciones Akal. Tres Cantos, Madrid.


Proyecto de reconstrucción del Partenón.

Jose M Gil / Autor

Historiador, divulgador, colaborador e investigador de cultura e historia LGTB+ .

4 comments:

  1. El dato referido a la escultura de la Atenea Partenos me ha resultado especialmente interesante. Es decir, la no veneración a la misma sino a una estatua más pequeña hecha de madera. Respecto a esto me surge una pregunta que tal vez usted pueda responder: ¿En qué lugar de la acrópolis ateniense se rendía culto a esta estatua de dimensiones reducidas? Dado que no se veneraba a la obra de Fidias deduzco que el Partenón carece de témenos. Ello desmiente el rumor que consideraba cierto, es decir, que el propio estilóbato del Partenón se usaba a modo de altar sacrificial. Muchísimas gracias de antemano.

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    1. Hace mucho que escribí este artículo, pero si mal no recuerdo. Existía una capilla (por así decirlo), cerca del Partenón donde estaba colocada dicha estatua. Tendría que volver a leerme el libro del cual saqué la información. Pero creo que estaba en un pequeño templo.

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    2. De acuerdo. Muchas gracias.

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