Los gladiadores en la intimidad

Jose M Gil

A lo largo de los siglos se nos ha vendido una imagen de los gladiadores en ocasiones errónea. El cine y la literatura nos hicieron creer que los gladiadores vivían por y para el espectáculo, pero la realidad es muy distinta. Estos hombres y mujeres (que también hubo), tuvieron familia, sentimientos y sobre todo intimidad. A lo largo de este post intentaré indagar entre los recovecos del hogar de aquellos y aquellas que dieron su vida por el mayor espectáculo del imperio romano.
Vida como gladiador
Para ser gladiador en Roma tenías que cumplir varios requisitos. Muchos de ellos llegaban a la arena como esclavos, prisioneros de guerra o delincuentes que pagaban sus crimines luchando en la arena. Pero existieron muchos ciudadanos romanos que escogieron esta profesión, por la fama, el dinero o por el frenesí que da la lucha, quien sabe. También, debían tener una determinada edad, el promedio era entre los 27 años. Existen casos de gladiadores más jóvenes, pero la edad que solían rondar era esa. Además, debían jurar que aceptaban todo aquello que les ocurría. Es decir, para comenzar el entrenamiento como gladiador, debían por ley jurar que aceptaban que otros hombres tuvieran el derecho a decidir sobre su vida o muerte. En resumen, debían aceptar las torturas e iniciaciones impuestas sin rechistar.
Fig 1. Fresco representando una lucha entre gladiadores. Villa Borghese (Roma).

La arqueología ha revelado que los gladiadores en su mayoría fueron prisioneros, recluidos y obligados a durísimos entrenamientos. Vivían en centros de entrenamiento o ludus bajo las órdenes de un “lanista”. Estos lanistas eran los que ponían el dinero para la compra y venta de los gladiadores, por lo que les hacia tener todo el poder sobre estos.
Fig. 2. Lucha entre dos gladiadores bajo la supervisión del lanista. Mosaico hallado en la villa de Nennig (Alemania).

Como hemos dicho, los entrenamientos eran exhaustivos. En muchos casos los nobeles que llegaban no pasaban de las primeras rutinas. Pese a esto, al inversor no le convenía sus muertes, puesto que había aportado grandes cantidades de dinero por ellos. Por ello, el lanista proporcionaba a los gladiadores los mejores médicos, masajes diarios y una rica dieta que los mantuviera sanos y en forma. La arqueología a revelado que la dieta mayoritaria de los gladiadores se basaba en legumbres y cereales. Esta dieta alta en proteínas era beneficiosa para los luchadores, puesto que con ella ganaban masa muscular y volumen.
Fig. 3. Ruinas del ludus de Pompeya (Italia).

En cuanto a los campos de entrenamiento, se sabe que eran espacios que contaban con una arena circular donde entrenar. Las instalaciones, contaban con cocina, baños, centros médicos e incluso en algunos lugares calefacción, para proteger de las inclemencias a los gladiadores. Como podemos ver, vivían a todo lujo, un lujo que muchos romanos no podían permitirse, ni siquiera soñar. A cambio, tenían que entrenar duro y luchar en la arena para contentar a un público sediento de sangre. La higiene para los gladiadores era esencial. Se depilaban el cuerpo entero, para que las heridas producidas durante los combates no se infectaran. Lo hacían con sus propias espadas y aceite.
Fig. 4. Representación idealizada de una termas romanas.

Por norma general, los campos de entrenamiento se situaban cerca de los coliseos donde se realizaban los juegos. Se llegaron a construir más de un centenar de escuelas, la gran mayoría en Roma. Aunque encontramos restos arqueológicos de estas en todo el imperio. En la antigua ciudad romana de Carnuntum, a 40 km de Viena, los arqueólogos encontraron hace poco una de estas escuelas. Gracias a la reconstrucción 3D que se ha realizado, hoy podemos ver el aspecto que tendría estas instalaciones.

Fig. 5. Recreación 3D del ludus de la ciudad romana de Carnuntum (Austria)


Mujeres gladiadoras
Todos saben de la existencia de los gladiadores, pero pocos conocen a las gladiatrix. Así es, también existieron mujeres gladiadoras, la arqueología así lo constata. Aunque, el término fue acuñado siglos después debido a la falta de nombre, que se le daba estas mujeres en la antigüedad.
Al igual que los gladiadores estas aguerridas mujeres lucharon contra otros gladiadores, animales u otras gladiadoras. Por norma, salían a la arena con la puesta de sol puesto que salían desnudas de cintura para arriba. Esto daba una connotación erótica a la lucha. La escena seria abrumadora, dos mujeres semidesnudas bajo la luz de antorchas y la luna. Pero no os creáis que eran menos sangrientas estas luchas que las de los varones. Al igual que pasaba con los hombres las luchas femeninas tenían el mismo rigor y técnicas que exigían las reglas. Aunque no siempre ocurría, según las fuentes literarias Domiciano obligó a un grupo de mujeres a enfrentarse a enanos iluminados solo con antorchas. Esto también ocurría en tiempos de Nerón. El emperador fue un gran innovador dentro de la lucha. De sobra es conocido su carácter sangriento, además de morboso. Por eso gustaba de mezclar en combate a mujeres con enanos, hombres, mujeres y niños procedentes de Etiopía o vestir a sus amantes de amazonas.
Fig. 6. Mosaico de enanos semidesnudos.

Al igual que ocurría con el sexo masculino, las mujeres podían elegir por cuenta propia ser gladiadoras. Esto hecho no provocó gran revuelo o escándalo en Roma, al contrario, fue un extra añadido a los juegos. Un espectáculo exótico y pelicular al que todos querían acudir. No sería hasta la participación de mujeres de clase alta (rompiendo así el estereotipo romano de mujer matrona), que comenzarían a escucharse gritos de estupor. Por esto, Tiberio promulgaría el Decreto de Larinum, por el cual se prohibía a “cualquier mujer cuyo marido o padre o abuelo, ya fuera por vía materna o paterna, o hermano hubiese poseído el derecho a sentarse en los asientos reservados para los équites” a participar en espectáculos de gladiadores. Esto provocó la furia y los abucheos del pueblo. Pese a esto, las mujeres siguieron luchando en la arena, aunque en su mayoría eran esclavas y mujeres libres. En el año 200 d.C. Septimio Severo acabaría con la lucha de gladiadoras prohibiendo su aparición en la arena, destruyendo así siglos de tradición y relegando al olvido a estas increíbles mujeres.

Fig. 7. Estatua de gladiadora en postura de victoria. Museum für Kunst Und Gewerbein of Hamburg (Alemania).

Pese a esto, existieron gladiadoras famosas que quedaron en los anales de la historia. Algunas incluso fueron inmortalizadas en piedra y bronce. Prueba de ello es la escultura en bronce de una mujer portando una espada y en actitud de victoria, situada en el Museum für Kunst Und Gewerbein of Hamburg de Alemania. Para el profesor Mañas, esta escultura es claramente una representación de una gladiadora portando una sica, espada característica tracia. Posiblemente la pieza llevase un casco en la mano que falta, explicando así la posición de victoria que tiene la estatua.
Otra pieza excepcional que representa a dos gladiadoras es el relieve encontrado en la antigua ciudad de Halicarnaso. En el se muestra a dos luchadoras llamadas Amazona y Anchilia. Ambas quedaron empatadas (algo poco frecuente en estas luchas), por lo que quedaron retratadas para la posteridad en este relieve. 
Fig. 8. Relieve de dos gladiadoras llamadas Amazona y Anchilia encontrado en Halicarnaso (Turquía).

La familia del gladiador
Otro mito que podemos desmentir es el de que los gladiadores no tuvieron familia. La arqueología ha demostrado que muchos gladiadores tuvieron esposa e hijos. Si bien es cierto, que los gladiadores provenientes de la esclavitud tenían una nula capacidad para tener relaciones con mujeres, lo que no exenta que tuvieran.
Fig. 9. Mosaico representando a gladiadores con sus armas. 

Los testimonios de la época aseguran que los gladiadores eran verdaderas estrellas. Causaban auténticas pasiones entre el público femenino e incluso el masculino. La atracción se debia mayormente a la juventud, belleza y virilidad que desprendían estos luchadores en la arena. Gracias al gran alto grado de conservación de los frescos de Pompeya, hoy podemos ver a modo de “grafitis” modernos, pintadas en referencia al tracio Celadus. De él se decía que era el “suspiro de todas las chicas” (suspirium puellarum) y “la gloria de todas las chicas” (puellarum decus). Pero no solo hay referencias a Celadus, también encontramos a un gladiador llamado Crescens al que describen como “el señor de las muñequitas” (puparum dominus). Todo esto solo confirma que los gladiadores tuvieron una gran fama dentro y fuera de la arena. Se llega a decir incluso, que mujeres de alta clase mantuvieron encuentros con gladiadores bajo previo pago. Pese a esto, sabemos que también existieron uniones de gladiadores con sus esposas, concubinas o amantes. Cierto es, que en las fuentes literarias es escasa esta información, pero sabemos que existieron por las fuentes literarias. El derecho romano sin ir más lejos, prohibía a las hijas, nietas y bisnietas de senadores contraer matrimonio con gente que trabajase en exhibirse ante el público. Para los romanos este tipo de trabajo era de gente infame. Desde bailarines, actores, hasta gladiadores o sus lanistas, estaban considerados gente relacionada con la infamia.
Fig. 10. Grafíti encontrado en Pompeya sobre el gladiador Celadus el Tracio. 

Como hemos mencionado anteriormente, los entrenamientos en los ludus eran agotadores y muy duros. Pese a esto, muchos gladiadores vivieron allí con sus mujeres e hijos. Prueba de ello, son los restos de la escuela de gladiadores de Pompeya. En ella, encontraron el cuerpo de un recién nacido en una de las estancias. A su vez, en otra cellae se encontró el cuerpo de una mujer ataviada con joyas. Lo que nos hace pensar que allí no solo vivían los gladiadores, sino también sus familias. También en la ciudad de Éfeso, cerca del estadio se encontró una necrópolis casi exclusivamente de gladiadores. Pero no solo de ellos, sino sus posibles familias, puesto que también se encontraron cuerpos de mujeres y niños. En resumen, que existieron muchos restos arqueológicos y epitafios que atestiguan que muchos gladiadores tuvieron familia, pese a la creencia de lo contrario. Posiblemente muchos tras ser liberados, formasen una familia y continuaran en la arena por la fama, el dinero y las ventajas de vivir en el ludus.
Fig. 11. Epitafio sepulcral del gladiador Actius mandado a realizar por su esposa (España).
Fig. 12. Estela funeraria del gladiador Danaos costeada por su mujer, Eorta, y por su hijo, Asklepiades (Austria).



Relaciones sexuales
Como hemos mencionado, la capacidad para tener relaciones de los gladiadores era bastante limitada. Los gladiadores eran en su mayoría esclavos o presos por lo que el contacto con el sexo femenino era escaso o nulo. Pese a esto, durante la República encontramos a personajes como Ovidio, el cual publicó un libro llamado “El arte de amar”. Este manual estaba destinado a enseñar como seducir a las mujeres casadas. Para ello, recomendaba a los jóvenes asistir a los circos o teatros para cazar a sus presas. Las mujeres llegaban a escaparse con aurigas, actores e incluso gladiadores.
Fig. 13. Fresco encontrado en una lupanar de Pompeya. Posiblemente represente un gladiador o un esclavo con una mujer. 

Pero esto no fue la tónica de los gladiadores, en su mayoría los luchadores no tenían relaciones sexuales, por muchas fanáticas que tuvieran. En el mejor de los casos, alguna patricia pagaría por los servicios del gladiador, pese a poder ser repudiada por ello.
Esto desembocó en posibles relaciones homosexuales entre los gladiadores. Los romanos no veían mal la homosexualidad. Siempre y cuando, fueses el dominante. Para los romanos, ser poseído por otro hombre era sinónimo de debilidad. Por lo que, fuese en el campo de batalla o la cama, tenias que ser el que mandara. Según muchos investigadores esto no ocurría dentro de los ludus. Dentro de las academias, las relaciones sexuales podían llegar a ser hasta en grupo. Por lo general era un grupo de entre 4 a 6 gladiadores que penetraban por turno al nuevo recluta. El sexo coetus podía o no ser consentido. Puesto que en muchos casos esta práctica se trataba de un entrenamiento. Según los relatos, este entrenamiento era para reforzar al nuevo. Si aguantaba el dolor que le provocaban, podría aguantar en el anfiteatro. Los escritos también relatan este tipo de entrenamiento en el ejército romano, al igual que se constata que muchos jóvenes se ofrecían para este tipo de rutina, llegando a estar hasta con una decena de hombres en un solo día. En muchos casos, se tenia la idea de que aceptar la semilla de otro gladiador mas experimentado, era como obtener su fuerza. Algo parecido ocurre hoy en día en tribus africanas.
Fig. 14. Copa Warren representando un acto homoerótico. S.I d.C, Jerusalén. 

En muchas ocasiones se creaban vínculos sentimentales entre gladiadores, puesto que no conocían otra cosa y veían la libertad muy lejana. De esta forma, su vida tomaba algún tipo de cariz, por lo que les hacía más llevadero el encierro. La vida de estos luchadores era efímera, nunca sabían cuando iban a morir, por lo que tener un compañero en las armas y en la cama, tendría que ser más que factible para no volverse locos.
Si bien es cierto, que esto no ocurriría en todos los ludus, ni sería lo que sucediera en el 99% de las veces. Pero extrapolando el encierro de los gladiadores, con los encarcelamientos actuales en penitenciarias, cabría la posibilidad de que entablaran “relaciones” homosexuales por y para sobrevivir. Muchos tuvieron la suerte de convertirse en libres y crear una familia, pero como ya hemos mencionado, muchos volvían a la vida de gladiador, aunque fuese al lado de sus familias.
Conclusión
En conclusión, la vida del gladiador fue fura. Muy dura. No solo dentro de la arena, sino fuera. Pese a vivir con comodidades en las escuelas, tenían privado el derecho a decidir sobre su vida y lo que es peor, de su muerte. Tenían que conformarse con migajas, mientras luchaban por no morir. Su vida no era suya, sino del lanista que los había comprado. Tenían que permanecer en escuelas encerrados, con entrenamientos en muchas ocasiones mortales. Al principio les costaría acostumbrarse a vivir allí, pero con el tiempo vieron las comodidades que le ofrecía el ludus, pese a tener que renunciar a su libertad.  
Por esto, muchos gladiadores volvieron al ring tras haber sido liberados. ¿Algún tipo de síndrome? No lo creo, simplemente la vida en la Antigüedad era muy dura. Las facilidades que otorgaba el ludus podían ser tentadoras y más cuando tienes una familia que alimentar.
Fig. 15. Fresco representando a dos gladiadores en plena lucha. Pompeya.

Sus relaciones se basaron en la hermandad que creaban dentro de las academias. Posiblemente muchas de estas relaciones tomaran un cariz más sexual o sentimental, al igual que ocurrió en Tebas con su Batallón Sagrado. Pero esto no quiere decir, que los gladiadores fueran homosexuales. Primero, porque ese concepto no existía en la Antigüedad, y segundo, porque en muchas ocasiones las relaciones entre ellos sería una válvula de escape.
Por último, no puedo dejar de mencionar a esas olvidadas de la historia, las gladiadoras. No entiendo muy bien esa oscuridad entorno a su figura. Pero esta bien claro, que fueron igual de importantes que los gladiadores masculinos, posiblemente incluso más. En un mundo donde las mujeres debían tener un código ético y moral alto, ver a dos féminas semidesnudas luchando debía de ser cuanto menos expectante. Pese a esto, poco sabemos de su vida. Si entrenaban en los mismos ludus que los hombres o tenían escuelas propias. Pero lo que si es real, es que fueron muy aclamadas en Roma, aunque la historia intentase borrarlas.
Fig. 16. Gladiador Borghese. s.I. a.C (Italia).

Sea como fuera, la verdad es que los gladiadores aportaron a la vida de Roma mucha diversidad, diversión y alegrías. La mítica frase de “dale al pueblo pan y circo” es en parte gracias al sacrificio que muchos de estos hombres y mujeres hicieron en la arena. Su intimidad quedó relegada a un segundo plano, en pos de la sangre y la lucha. Un mero espectáculo al servicio del imperio para mantener a los ciudadanos entretenidos. Pero fueron más que eso. Los gladiadores eran valientes, luchadores y sobre todo humanos. 
  
Bibliografía

Cidoncha, F. (2016): “Los gladiadores, sus mujeres e hijos en las provincias occidentales del Imperio romano”.
Knapp, R. C. (2011): “Los olvidados de Roma. Prostitutas, forajidos, esclavos, gladiadores y gente corriente”.  Ed. Ariel, Barcelona, España.
Mañas, A. (2011): “New evidence of female gladiators: the bronze statuette at the Museum für Kunst und Gewerbe of Hamburg”. The International Journal of the History of Sport, 28:18, 2726-2752
Mañas, A. (2013): “Gladiadores. El gran espectáculo de Roma”. Ed. Ariel, Barcelona, España.
Imágenes
Inicial: Pollice verso de Jean-Léon Gérôme (1872). Óleo sobre lienzo. Galería de Arte de Phoenix, Estados Unidos.
Final: Gladiadores romanos con espadas de madera de Giovanni Francesco Romanelli (1635 – 1639). Óleo sobre lienzo. Museo del Prado (no expuesto), Madrid, España.

Jose M Gil / Autor

Historiador, divulgador, colaborador e investigador de cultura e historia LGTB+ .

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