Isabel
de Moctezuma es uno de esos personajes, que cuesta encontrar en la historia. No
por no ser importante, sino por ser mujer. Y no una mujer cualquiera. Hija del
último rey de México y esposa de dos emperadores mexicas, ahí es nada. Es por
esto, que su historia esta entremezclada y en algunas ocasiones tergiversada.
Su
nombre real era Tecuixpo Ixtlaxóchitl (flor de algodón), aunque fue bautizada
como Isabel Moctezuma Tecuichpo Ixcaxochitzin. Isabel Tecuichpo, que así la
llamaban también, nació en 1509. Hija del tlatoani Moctezuma II y la
reina Tecalco (fig.1), fue la hija predilecta y mayor del matrimonio real. El rey llegó
a tener hasta 19 descendientes, su primogénito y heredero al trono Chimalpopoca
quedó a cargo de Hernán Cortes, pero en los acontecimientos de la Noche Triste
falleció (fig.2). De todos sus hijos solo sobrevivieron dos, Isabel por un lado y un
varón bautizado como Pedro por otro.
Fig. 1. Moctezuma II. |
La
vida de Isabel no fue nada fácil, ya desde su nacimiento estaba destinada a
grandes cosas. Según el libro azteca del destino, estaba pronosticado que se
casaría con varios hombres, algo poco usual en esa cultura, pero que fue una
realidad como veremos a continuación. Durante su niñez, sus padres la casaron
simbólicamente con su tío Cuitláhuac, huey tlatoani mexica. Pero, en 1520
falleció de viruela. Poco después, la unieron con el sucesor de este, Cuauhtémoc,
el cual ostenta el título de último tlatoani de México-Tenochtitlan. Su
matrimonio también fue efímero, puesto que en 1521 los conquistadores españoles
lo vencieron y pese a su posición como monarca, fue sentenciado a muerte y
ejecutado en la horca, por una supuesta conspiración contra Hernán Cortés.
Fig. 2. Cuadro de la batalla de la Noche Triste. |
Una
vez muerto Cuauhtémoc en 1525, Hernán Cortés bautiza a la joven princesa como
Isabel de Moctezuma, en honor a Isabel I de Castilla y obligándola a vivir con
él (fig.3). Además, la forzó a casarse con Alonso de Grado, con el cual no tuvo hijos.
Aunque, según cuentan, una noche de borrachera y desesperado por lo acontecido
en la Noche Triste, Cortés viola a la joven. De esa mísera relación nace una
pobre niña llamada Leonor Cortés y Moctezuma, la cual fue casi repudiada por
ambos en su niñez y juventud. Según narran, cuando Isabel contempló los rasgos
físicos de esa unión forzosa repudió a la niña, puesto que para ella
significaba la destrucción del patrimonio de su pueblo. Sin embargo, para
Cortés fue solo un desliz provocado por el alcohol al que apenas dio
importancia. Además, tampoco tenía la cabeza donde debía, puesto que estaba
obsesionado con lo ocurrido en la Noche Triste. No por la matanza ocurrida,
sino por todo el oro perdido durante la retirada de las tropas españolas de la
Gran Tenochtitlán. Ese día el pueblo azteca ganó a las tropas españolas y
golpeó donde más le dolía, el oro.
Fig. 3. Representación artística de Hernán Cortés e Isabel de Moctezuma. |
Poco
después, la obsesión de Cortés por el oro desapareció y la calidad de vida de
Isabel mejoró considerablemente. La teoría, es que Hernán Cortés con la ayuda
de Isabel de Moctezuma encontró parte del oro perdido aquella noche. Esto le
reportó a la joven una situación más acomodada y una protección inexistente
hasta ese momento. Desde ese momento vivió respetada por los españoles, que la
vieron disfrutar de lujos posiblemente del oro encontrado. Es más, Cortés le
otorgó la encomienda de Tlacopan, privilegio que fue firmado el 27 de
junio de 1526. Su descendencia, así como su hija fruto de la
violación, disfrutaron de estas riquezas. Es más se sabe, que esta hija no buscada
estuvo bajo la protección indirecta de Hernán Cortés, la cual llegó a casarse
con Juan de Tolosa y tener dos hijas de este.
Su
nuevo marido, Alonso de Grado, fue investigado y acusado de maltrato y crueldad
hacia los indígenas, muriendo en 1527. Esta no sería su último matrimonio.
Pedro Gallego de Andrade fue su cuarto marido, con el cual si tuvo
descendencia. Aunque, también murió al poco tiempo de contraer matrimonio en
1530. El hijo fruto de este enlace se llamó Juan de Dios de Andrade y Moctezuma,
del cual hoy en día existe descendencia. La heredera al trono azteca Doña María
del Carmen Enríquez de Luna y del Mazo, Condesa de Miravalle vive en Granada (fig.4). Y
es una de las pocas descendientes reconocidas de Moctezuma II. Esto se debe, a
que Moctezuma llegó a tener hasta 19 hijos, pero no fueron realmente herederos,
puesto que no fueron concebidos del matrimonio real como si ocurriera con
Isabel. Si es verdad, que algunos descendientes tuvieron el privilegio y
derecho de la denominada “pensión de Moctezuma”, por casi cuatro siglos. Esta
pensión fue otorgada por Carlos V y estuvo vigente hasta 1933. Pero, María del Carmen
Enríquez de Luna, es la primera en línea recta a la sucesión de Moctezuma II.
Fig. 4. Escudo de armas de los Miravalles. |
Su
quinto y último matrimonio fue con Juan Cano de Saavedra, con el que tuvo cinco
hijos. Dos hijas de esta unión fueron llamadas Isabel y Catalina. Se dice, que
ambas tomaron hábitos y se convirtieron en monjas, fundando el convento de la
Concepción en la Ciudad de México. Los demás hijos, tuvieron descendencia
también y se sabe que viven en España actualmente. Pero como hemos mencionado
anteriormente, María del Carmen Enríquez de Luna es la primera en orden de
sucesión del trono fundado por el mismísimo Quetzalcóatl.
Isabel
muere en 1551. Sobrevivió a la conquista, las enfermedades y logró hacerse un
lugar en la nueva sociedad establecida. En su testamento, dejó confiado su
legado y patrimonio a sus hijas e hijos, pero no a la que tuvo con Cortés. Sin
embargo, los ejecutores del testamento, tras pagar el entierro, misas y
obsequias y ofrendas varias, le dieron lo que sobró de la quinta parte del
patrimonio destinado a esto a Leonor.
Fig. 5. Hernán Cortés junto a Moctezuma y sus hijas. |
Es
imposible no pensar en Isabel como una mujer valiente, inteligente y sobre
todo, trascendente. Su legado llega hasta nuestros días, así como el de sus
sucesores con construcciones como el del Convento de los Agustinos. Además,
muchos pensaron e incluso investigadores actuales, que Isabel se llevó a la
tumba el paradero del resto del oro desaparecido durante la Noche Triste. Según
cuentan, lo escondió en Cincalco, en el cerro de Chapultepec. Para los
lugareños este lugar era la entrada al inframundo azteca. Por lo que sería el
sitio ideal para esconder joyas, piedras preciosas y oro, ya que nadie se
acercaría. Sea como fuere, hoy
recordamos a esta gran mujer no por su descendencia, sino por su valentía,
poder y saber estar que la llevaron a igualarse a sus propios conquistadores.
Si bien es cierto, que siempre tuvo que estar unida a un hombre para poder ser
“libre”, Isabel de Moctezuma fue una gran mujer que luchó por sus convicciones
y su legado.
La
vida de esta increíble mujer ha sido relatada en algunas obras, como la del
escritor Eugenio Aguirre titulada “Isabel de Moctezuma” en 2011 (fig. 6). En esta
novela, seguiremos los pasos de Isabel desde que nace en las fiestas en honor a
la diosa de la sal, hasta su alzamiento como noble indígena y defensora de su
pueblo.
Fig. 6. Portada libro Isabel de Moctezuma de Eugenio Aguirre (2011). |
En
definitiva, la vida de Tecuixpo Ixtlaxóchitl fue un suceso de acontecimientos que
provocaron que su destino se viera envuelto una y otra vez, junto al de los
hombres que conocía. Pero, pese a todo llegó a ser una mujer influyente en la recién
creada Nueva España, donde gozó de privilegios y riquezas. Su linaje continua a
día de hoy, perdurando en el tiempo y conservando la sangre del mítico dios que
engendró la estirpe. Su vida, fue una novela. Una novela negra, llena de
sangre, conspiraciones y sufrimiento.
Fig. 7. Grabado de Isabel de Moctezuma. |
Bibliografía
González
Acosta, A. (2001): Los herederos de Moctezuma.
Boletín Millares Carlo, No. 20, pp. 151-158
Granillo
Vázquez, L. (1992): Isabel, hija de Moctezuma:
gozne entre dos culturas, en Revista Fem, Publicación Feminista Mensual,
México, Año 16, No. 116, pp. 4-6.
Sagaón
Infante, R. (2000): Testamento de Isabel Moctezuma,
en Revista de la Facultad de Derecho de México, No. 229-234
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