Mitos y leyendas. Los dioses y sus amantes más desconocidos

Jose M Gil
De sobra es conocido que los dioses grecolatinos se encamaban a diestro y siniestro con todo ser viviente. Todas esas relaciones amorosas y sexuales no eran más que el reflejo de las relaciones grecorromanas reales. Las relaciones homosexuales de dioses con hombres también fueron muy proliferas. No debemos olvidar, que este tipo de relaciones solo estaban bien consideradas en las clases dominantes de la sociedad. De igual forma, los griegos veían el amor de una forma muy distinta a como se concibe hoy en día. Una cosa era procrear y engendrar estirpe, y otra muy diferentes enamorarse. Gracias a las fábulas e historias que se narraban en esa época, el amor estaba considerado como algo divino, casi inalcanzable. De ahí, que muchos mitos sobre héroes y semidioses estén ligados a relaciones entre divinidades y hombres. En esta nueva entrada, haremos un breve resumen de todas esas historias de amor no tan conocidas, y de cómo dioses tan grandes como Zeus o Poseidón quedaron prendados de diversos jóvenes.  

Zeus

Ganimedes era el hijo del rey de Troya Tros. El joven era de tal belleza que no pasó desapercibida ni a hombres ni a dioses. Su padre celoso de que lo raptasen o violasen le impuso guardias y tutores a todas horas. La historia relata como un día, el joven estaba refrescándose tras una sesión de estudios en un lago. Zeus desde las alturas lo contempló y quedó prendando del joven de inmediato.
Zeus nunca fue conocido por su paciencia a la hora de conquistar a sus presas, por lo que se convirtió en águila y descendió de los cielos. Con una rapidez propia de dioses, se abalanzó sobre el muchacho y lo atrapó por los talones.
El dios llevó al joven al Olimpo donde enseguida se encamó con él. Para poder mantenerlo en allí, Zeus lo nombró su copero personal, destituyendo en el proceso a su hija Hebe. El copero era el encargado de servir el néctar a los dioses, por lo que Ganimedes se codeó con todos los dioses, los cuales estaban encantados de su presencia.
Zeus cortejando a Ganimedes

El padre del joven lloró desconsolado durante días, tal fue su pena que Zeus para compensar la perdida le regaló dos yeguas blancas inmortales capaces de andar sobre el agua. Tros ahora feliz recorrió sus dominios a toda velocidad, olvidando a su hijo en proceso.
Se cuenta que la diosa Hera (esposa de Zeus), no pudo contener la rabia de todo lo acontecido y destruyó a los troyanos. Zeus por su parte, convirtió al joven Ganimedes en una constelación, para que todos pudieran contemplar su belleza desde la tierra.
Escultura de Zeus y Ganimedes


Poseidón

La península del Peloponeso debe su nombre a Pélope, un amante del dios Poseidón. Pélope era hijo del rey Tántalo de Anatolia. Tántalo fue hijo y amigo de Zeus, rey de los dioses. Tal fue la confianza depositada del dios en su hijo, que lo invitó en numerosas ocasiones a festines en el Olimpo. Pero el rey, sediento de avaricia robó el néctar de los dioses. Un buen día, Tántalos invitó a los dioses a su morada para festejar e intentar igualarse a estos. La comida ofrecida ese día era su propio hijo Pélope. Ningún dios salvo Démeter, comió del joven. La diosa, algo despistada por el rapto de su hija Perséfone, se comió el hombro del joven.
Los dioses al saber de aquella atrocidad castigaron a Tántalo y devolvieron la vida a Pélope. Como Deméter se había comido un trozo del hombro, está en su lugar le colocó un trozo de mármol blanco, duro como el diamante. Desde ese momento, la estirpe de Pélope se caracterizó por esta tara en el hombro.
Si el joven antes de semejante desdicha era bello, tras su resurrección lo era aún más, tanto que Poseidón quedó prendado de él. El dios se llevó al joven al Olimpo y lo convirtió en su amante y copero oficial. Incluso le dejó pilotar el carruaje del dios, algo poco frecuente.
Pero los dioses recelosos por lo que había ocurrido con el padre del chico, no veían con buenos ojos la estancia de Pélope en el Olimpo, por lo que Poseidón lo mandó de vuelta a la tierra.
Allí el joven decidió casarse con Hipodamia, hija del rey de Olimpia. Para conseguir su mano los pretendientes debían vencer al monarca en una carrera de carros. Al rey de Olimpia le había vaticinado que su futuro yerno lo mataría, por lo que ya había acabado con más de una treintena de pretendientes de su hija. Poseidón para que su antiguo amante no sufriera la misma suerte le regaló un carro tirado por caballos alados y le ofreció los servicios de Mírtilo, un auriga de grandes facultades.
Pélope gana la carrera y asesina al rey de Olimpia y a Mírtilo, el cual antes de morir maldice al joven. Los nietos y bisnietos de Pélope sufrieron esta maldición, siendo de los más conocidos Melenao, esposo de Helena de Troya.
Pélope montado en el carruaje regalado por Poseidón


Heracles

El semidiós Hércules, reconvertido en dios también tuvo sus más y sus menos con el amor. Al igual que ocurriese con su padre Zeus, Heracles era algo ambiguo con sus relaciones. De sobra son conocidas sus doce pruebas (de las que hemos hablado en otro post) para remendar su afrenta al asesinar a sus hijos y esposa. Pero no solo tuvo amantes féminas, sino que también se le conocen varios amantes masculinos. Según Plutarco los amantes masculinos de Heracles eran tantos que era imposible contarlos. Los más destacados fueron Abdero, Hylas y Yolao.
Abdero y Heracles mantuvieron una relación durante el periodo de las doce pruebas del dios. Abdero era hijo del dios Hermes y gozaba de una belleza sin igual. Cuenta el mito que durante su prueba octava Heracles tuvo que robar las yeguas de Diómedes. Una vez capturadas dejó las yeguas al cuidado de Abdero. Por lo visto, el semidiós maltrataba a las yeguas, que acabaron por matarlo y comérselo. Como venganza, Heracles devuelve las yeguas a Diómedes, no sin antes hacer que estas se coman a su antiguo dueño.
El segundo amante masculino más conocido de Heracles fue Yolao. Según algunos escritos fue además de su amante, su sobrino. La leyenda cuenta que durante la prueba de matar a la Hydra de Lerma, Yolao ayudó a Heracles a poner fin a la bestia. Además de eso, ayudó a capturar el ganado de Gerión. Cuando Heracles muere, Yolao baja al inframundo y le pide a Hades que le dejase una hora más con su amado. El recuerdo de tal heroicidad por amor fue tal, que se le veneró como a un dios en la ciudad de Tebas. Esta ciudad fue famosa por albergar un escuadrón de solados, famoso por ser todos parejas homosexuales. Sus integrantes juraban fidelidad y amor eterno frente a la tumba de Yolao, se les conoció como El Batallón Sagrado de Tebas.
Heracles y Yolao matando a la Hydra de Lerma


Apolo

Apolo es otro de esos dioses que se prodigó en eso de las relaciones homosexuales. Hasta tres amantes masculinos se le conocen, Jacinto, Cipariso e Himeneo. El primero posiblemente sea el más conocido puesto que es el mito más conocido.
Cuanta la leyenda que Apolo se enamoró perdidamente del bello Jacinto. Tal era su belleza que varios dioses se disputaban sus favores, pero fue Apolo el escogido por el mortal. Un día estaban ambos amantes disfrutando de la naturaleza, mientras jugaban con un disco. Apolo para impresionar a su amado lanzó el disco con todas sus fuerzas. Jacinto por tu parte, intentó cogerlo aun siendo mortal, para impresionarlo también. Lo que nadie esperaba es que el dios Céfiro (dios del viento) celoso y enamorado de Jacinto, desvió el disco que impactó en la cabeza del joven. Murió en el acto, pero Apolo no consintió que Hades se llevase a su joven amado al inframundo, por lo que lo convirtió en una bella flor, el Jacinto. Las lágrimas del dios se derramaron por la flor y desde entonces el Jacinto se convirtió en símbolo de luto.
Muerte de Jacinto


Dionisio

Según cuenta el mito el primer amor del dios Dionisio fue un joven efebo llamado Ampelo. Dionisio jugaba con el joven y los sátiros en las orillas del rio Patolo, en Lidia. Dionisio estaba prendado del joven. Contemplaba sus largos cabellos a la luz del sol, mientras salía este del agua. Era tal su amor por el joven que se ponía celoso por como este jugaba con los sátiros. Por esto quiso ser el único con el que jugase Ampelo. Luchaban y forcejeaban por el suelo con sus cuerpos desnudos. Siempre con un tono de competitividad y erotismo. Ampelo siempre ganaba. Un día Dionisio contempló una escena que fue para él un presagio. Vio un dragón cornudo con un cabrito a lomos. El dragón arrojó al cabrito en el altar de piedra de Dionisio y clavó su cuerno en el animal. Esto lo tradujo el dios como un vaticinio de que había que tener cuidado con los toros, pero claro que animal querría hacerle daño a Dionisio.

Nacimiento del vino

Una tarde Ampelo se encontró un toro muy manso entre las rocas. Le colocó una brida y lo montó durante horas. La diosa Selene celosa de esto, volvió loco al toro, que acabó tirando al joven al suelo. El sonido del cuello roto se escuchó por todo el bosque. Además, por si fuera poco el toro lo embistió y esparció la sangre del joven por todo el suelo. Dionisio desolado y sin saber que hacer imploró ayuda. La ayuda llegó, y el cuerpo del joven se convirtió en una vid. Cuando la uva estuvo madura, Dionisio la cogió y estrujó, bebiendo del líquido y sonriendo porque le recordaba a su joven amado. 

Hermes

El mensajero de los dioses Hermes también mantuvo varias relaciones con jóvenes, de entre los que destaca Perseo y Crocos. El mito de este último es el más curioso.
Hermes

Según la mitología Crocos era un joven bello del cual estuvo enamorado el dios Hermes. Un día jugando estos con un disco, un tiro del dios produjo la muerte del joven (parece que no escarmentaban con jugar con discos en la Antigüedad).
Muerte de Crocos

La sangre corría a borbotones por la tierra, el dios desolado y arrepentido recogió la arena llena de sangre y la alzó al sol. De dicha tierra nació una nueva planta que tenía filamentos dorados como el astro y tres rojizos como la sangre de su amado. Pero solo dudaría un día, por lo que inspiró numerosos mitos en torno a esta planta. La flor tenia tanto aroma y sabor que pronto se convirtió en una especie famosa por medio mundo. Hoy esa flor se llama azafrán.
Flor de azafrán


Artemisa

Calisto era una joven bella que estaba consagrada a la diosa Artemisa. Esto conllevaba ser virgen y pasar la eternidad cazando por el bosque con las otras amazonas consagradas a la diosa. Zeus, se enamoró de la joven pero sabía que esta lo rechazaría con su forma original. Para sortear este obstáculo Zeus adoptó la forma de la diosa Artemisa.
El dios engatusó a la joven que pensó que yacía con la diosa. La joven quedó embarazada del dios, sintiéndose engañada y atormentada por su traición a la diosa. Poco después daría a luz a Árcade.
Calisto intentó ocultar el embarazo, pero un día Artemisa y las cazadoras decidieron tomar un baño. Al percatarse del embarazo, Artemisa expulsó a la joven y la castigó convirtiéndola en osa. 
Artemisa (Zeus) y Calíope


Afrodita

A la diosa del amor se le atribuyen numerosas conquistas tanto humanas como de divinas. De sobra es conocido su lió amoroso con el dios Ares y su matrimonio con el dios Hefestos. Pero hay un mito o leyenda que pocos conocen, el mito de Safo y Afrodita. Safo de Lesbos es de sobra conocida por ser una gran poetisa griega y por ser símbolo del amor entre mujeres. Creó una escuela para todas las mujeres griegas en la ciudad de Lesbos, donde impartió clases a todas las que allí llegasen.
Safo de Lesbos

Según la leyenda Safo se suicidó por ser incapaz de amar a la diosa Afrodita. Antes de su muerte llegó a redactar una Oda en honor a la diosa, hoy muy conocida. El contenido de este himno consistía en el ruego de Safo a la diosa para que esta atrajese a su amor renegado. Según esto himno, la diosa ya la ayudó con anterioridad, por lo que pone en conocimiento que la diosa y ella tenían una estrecha relación.
La verdad es que a ciencia cierta no sabemos si hubo o no una relación entre la diosa y la poetisa. Pero lo que sí sabemos es que, mantuvieron un contacto y conexión que dejó plasmado en su Oda.

Afrodita y Safo

Jose M Gil / Autor

Historiador, divulgador, colaborador e investigador de cultura e historia LGTB+ .

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