El 24 de mayo se entrenó la segunda novela de la periodista Carme Chaparro titulada “La química del odio”. En ella trata un tema que poca gente conoce, y que me parece cuanto menos curioso y a colación con este blog, “Los colores de la muerte”. ¿Qué son los colores de la muerte? Pues bien, a lo largo de los siglos se han empleado pigmentos y colorantes naturales para dar color a todo tipo de elementos: paredes, maquillajes, pelucas, etc… En la actualidad estos pigmentos son artificiales y se conoce que no son tóxicos para los humanos. Pero en la Antigüedad esto no era así. Para conseguir bellos verdes, radiantes azules o intensos rojos se extrajeron los productos de distintas plantas y minerales que eran perniciosos para las personas.
El verde mortal
Durante
la primera mitad del s.XIX se puso de moda un papel pintado, que usaba un tipo de tono de verde creado por el químico sueco Carl Scheele. El verde en cuestión, estaba
creado mediante arsénico, altamente tóxico para los seres vivos, ya que era empleado
como veneno para insectos y ratas. El verde Scheele fue usado por pintores y
fabricantes de tintes de ropa, muebles y claro está, papel pintado. Este
pigmento fue muy común en todas las casas inglesas de la época victoriana. Toda
buena casa que se preciase tenia este color por sus paredes, muebles y útiles domésticos.
Quién iba a pensar que un papel pintado provocaría la muerte de miles de niños
ingleses e incluso del propio Napoleón.
Los
más perjudicados fueron los empleados de las fábricas de papel pintado, que
fallecieron por miles. Nada hacía presagiar que el peligro viniese desde dentro de sus propias casas. Lo que no sabían era que la humedad de las paredes daría como
resultado, un hongo que se alimentaria de la pasta de harina empleada en la fabricación
del papel. Esto provocó, que se crease un compuesto gaseoso y tóxico que se
acumuló en las estancias, envenenando poco a poco a los habitantes sin que nadie se percatase.
Se
cuenta que durante décadas murieron los niños ingleses sin saber el motivo aparente.
Incluso se creé que Napoleón en su exilio murió de este tóxico, ya que las paredes
de su casa estaban revestidas con este mismo papel pintado. Tuvieron que pasar décadas
para conocer el problema que acarreaba este pigmento en los humanos. Según diversos escritos, la reina
Victoria mando a eliminar todas las paredes verdes de su palacio, por miedo a
sufrir un envenenamiento.
La toxicidad del negro
Hoy
en día los cosméticos no producen ningún tipo de daño a los usuarios, salvo
aquellos que tengan alergias o sean sensibles. Pero en la antigüedad los lápices
de ojos estaban creados con otros tipos de compuestos altamente dañinos para
las personas. El khol fue empleado en el Antiguo Egipto tanto por hombres, como
por mujeres. Todos los estratos sociales usaban este maquillaje, desde simples
obreros hasta la realeza. Su composición provenía del carbonato básico de
plomo, por lo que era altamente tóxico para los seres humanos. El plomo sin
lugar a dudas es venenoso en altas cantidades, y quizás muchos de los que
usaron o crearon estos lápices de ojos antiguos murieran en el proceso. Pero la
realidad es que también ayudo a prevenir cataratas, ulceras e incluso cegueras.
Además
del carbonato de plomo, también se ha encontrado en muchos restos arqueológicos óxido de nítrico
para ennegrecer y oscurecer, cejas y pestañas. Esto pudo provocar a los que
estuvieron expuestos a esta toxina desde problemas de piel, hasta problemas
estomacales y respiratorios, dando como resultado la muerte.
El blanco muerte
El
plomo también fue empleado en las bases de maquillaje en la antigüedad. Se
popularizó durante el reinado de Isabel I hasta el s.XIX. El maquillaje era
conocido como “cerusa veneciana” o “espíritu de Saturno”. El polvo blanco del
plomo se mezclaba con vinagre, dando como resultado una masa blanquecina que se
aplicaba en toda la cara. Debemos mencionar que el ideal de mujer era de tez
blanca, puesto que solo estaban morenos aquellos que trabajaban. Por esto, los aristócratas
usaban todo lo que estuviera a su alcance para mantener su piel blanca, desde sombrillas hasta ungüentos
que lograsen palidecerlos. Se llegó a usar excremento de cocodrilo, zumo de limón
o polvo de alabastro para lograr este tono de piel.
El
polvo de óxido de plomo o cerusa se popularizó en el s.XVII y toda la nobleza
europea, tanto hombres como mujeres, usaban esta pasta blanca. Se cree que murieron
envenenados muchos por culpa del plomo. Los problemas derivados del uso de este
maquillaje fueron muchos, desde despigmentación de la piel, perdida de pelo y
dientes, hasta provocar locura. Es más, la condesa de Coventry, murió con menos
de treinta años plausiblemente por el uso excesivo de la cerusa. Grandes damas europeas como Isabel I de Inglaterra o la famosa María Antonieta eran asiduas a este tipo de maquillaje.
Rojo ruina
Las
primeras decoloraciones del pelo surgieron ya en la antigüedad entre griegos y
egipcios. Pero no será hasta el Renacimiento que se empleen elementos altamente
nocivos para el cuero cabelludo. Es durante este periodo que se origina el
ideal de mujer, con tez blanca, voluptuosas y pelos con tonalidades claras. Las
primeras decoloraciones modernas para aclarar el pelo emplearon la sosa natural
y luz solar. Después, se teñían de diferentes tonalidades según el gusto. Uno
de los más demandados fue el tinte rojo. Para conseguir este tono se utilizaba
el ácido sulfúrico mezclado con ruibarbo. El ruibarbo es una planta de
tonalidad rojiza que mezclado con el ácido sulfúrico era altamente tóxico y
corrosivo para el pelo. El resultado de utilizar continuamente este tinte era
la pérdida de pelo. Pero no solo las mujeres aclaraban su cabello, los hombres también buscaban tener el pelo rubio, cobrizo o rojo, pues era sinónimo de grandeza, poderío y riqueza.
El
empleo de pelucas, tanto para hombres como mujeres fue en parte debido al uso
desmedido de productos para teñir y aclarar el pelo.
Amarillo enfermedad
El
oropimente es una mezcla de arsénico y azufre, por lo que es altamente tóxico y
volátil. Este pigmento amarillento fue muy importante para los intercambios
comerciales en la Antigua Roma. Además, en la Antigua China era usado como
medicina, aun siendo venenoso. Por esto fue un veneno muy codiciado usado tanto en pociones mágicas, como venenosas. Los alquimistas chinos también creían que
mediante el uso de este mineral se podía conseguir convertir los metales en
oro. Durante muchísimo tiempo fue usado como el mejor pigmento amarillo posible,
hasta que se dejó de usar puesto que se descomponía con el plomo, otro elemento
usado en pinturas de la época.
Su
uso se remonta a la famosa Pompeya, encontrando frescos con este pigmento por
numerosas estancias. En frescos no era nocivo, pero si se usaba en cuadros que
no habían sido barnizados, la gente podía llegar a envenenarse y morir.
Azul del fin
Como
el azul extraído del lapislázuli era muy caro, se buscaron otras formas de
obtener esta tonalidad. El azul cobalto era la forma más antigua que se conocía
de obtener dicho color. Se obtenía tras tostar el cobalto, a fin de conseguir el
óxido de cobalto. Tras esto, se fundía el óxido con cuarzo y potasa, dando como
resultado un color azul intenso. Una vez enfriado y tratado se obtenía un
pigmento azul, que se podía usar en esmaltes, maquillajes o pinturas.
Se
conoce el empleo de este pigmento en la antigüedad, ya que se han encontrado
objetos provenientes de Egipto, Micenas o Persia con este esmalte. Se ha
detectado óxido de cobre en esculturas egipcias, en joyas persas y ruinas
romanas o chinas. Aunque, no será hasta
el s. XVI que se popularice entre los cristaleros de Bohemia para la realización
de sus manufacturas.
Lo
que no se conocía eran las reacciones adversas a este pigmento, puesto que se
ha descubierto que su empleo provoca irritación en ojos, piel y en la membrana de la mucosa, dando como resultado alergias, asmas que en esas épocas podían llegar a ser mortales.
Naranja radioactivo
Hubo
un tiempo en que muchas vajillas de cerámicas se teñían de un naranja vibrante
que no era sino un esmalte elaborado con óxido de uranio. Esta tonalidad se conseguía
de mezclar rojos y amarillos provenientes del uranio. A finales del s.XIX se toma
conciencia de que este pigmento podía provocar cáncer en humanos y se prohíbe.
Pese a esto, numerosas familias tuvieron y comieron en estas vajillas durante
mucho tiempo, lo que provocó una alta mortalidad debido a diferentes
tipos de cáncer.
Pese
a esto, y aunque durante la Segunda Guerra Mundial, EEUU se confiscara todo el
uranio, hay constancia de que en 1959 se volvió a emplear este pigmento en cerámicas
y vidrios. Por lo que podemos encontrar en la actualidad vajillas y vidrios creador a partir de óxido de uranio.
Marrón momia
El
pigmento llamado Caput mortuum
(cabeza muerta), fue un color elaborado durante los s.XVII y XIX con tierra de la extracción de momias egipcias y el polvo obtenido de moler la mismas. Comúnmente era conocido como marrón
momia. Esta tierra o polvo se mezclaba con clara de huevo, dando como resultado un pigmento
marrón que fue empleado por numerosos artistas, como Eugene Delacroix que lo utilizó en su famoso cuadro "La libertad guiando al pueblo". La
verdad es, que a diferencias de los otros pigmentos y colorantes que hemos
mencionado, este no provocó ninguna muerte, sino que provenía de la misma muerte. Para su realización se destruyeron cientos de miles de momias, desapareciendo para siempre de los registros arqueológicos e históricos muchísima información de un valor incalculable.
El
creador de semejante color fue C.Robertson, el cual palabras textuales: “acabamos con todas las momias, quizás tengamos
unos pocos miembros por algún rincón de la fábrica, pero, desde luego, no son
suficientes para fabricar más pintura”. Debido a esto, dejo de producir el
pigmento en 1964.
Ilustraciones
Imagen inicial: El último sueño de Arturo en Avalón. Edward Burne-Jones. Pintado a partir de pintura caput mortuum.
Referencias bibliográficas
Doerner, M (1998). Los materiales de
pintura y su empleo en el arte. Editorial Reverte
Ilustraciones
Imagen inicial: El último sueño de Arturo en Avalón. Edward Burne-Jones. Pintado a partir de pintura caput mortuum.
Referencias bibliográficas
Doerner, M (1998). Los materiales de
pintura y su empleo en el arte. Editorial Reverte
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