La homosexualidad en altamar. La piratería o la libertad de amar



Pese a la impresión de amplitud que puede dar el mar, la vida a bordo fue de todo menos placenteray segura. La intimidad en los barcos era un bien preciado que solo los más pudientes podían costear, por lo que el resto del pasaje tenía que convivir entre ratas, excrementos y suciedad. Estas circunstancias no solían propiciar amores en altamar y mucho menos sexo, a no ser que fueses de clase alta y tuvieras camarote propio, pero igualmente surgían uniones y relaciones pese al conflicto y las calamidades.
Fig 1. Barco pirata.

Debemos partir de la base de que los viajes por mar en épocas antiguas podían costar la vida. Tenemos el concepto moderno de “
echarse a la mar” pero en la antigüedad el que decidía ser un hombre/mujer de mar posiblemente fuese por necesidad, más que por placer. Encima, para la desgracia de los marineros cualquier relación sexual a bordo podía ser considerada delito, mucho más si era una relación homosexual. El desahogo sexual era complicado puesto que las esposas o amantes de la tripulación tenían totalmente prohibido viajar con ellos. En el peor de los casos los marineros que querían mantener relaciones sexuales cogían a prostitutas o mancebos para ellos. Si la elección era el mancebo, corrían la suerte de cometer uno de los mayores pecados de la marinería, la sodomía. En muchos casos, la sodomía era peor que el asesinato, por lo que cometerla en alta mar era una auténtica sentencia de muerte (fig. 2). El sexo y el mar han tenido una conexión ancestral, las largas temporadas en altamar provocaban que existieran encuentros entre compañeros. Por eso, muchos capitanes de naves mercantes toleraban y participaban de las relaciones homosexuales, puesto que sino la tensión sexual a bordo hubiera sido altísima. Pero, como hemos dicho eran prácticas ilegales sobre todo para la Marina Británica la cual penaba la homosexualidad en altamar con la muerte.
Fig 2. Pirata ajusticiado.

Sin embargo, si había una forma de vida en la mar exenta de cualquier legalidad, esa era la piratería. El s.XVII las normas sociales y sexuales eran muy severas y estrictas, pero en el mundo pirata se respiraba un aire de tolerancia y aceptación hacia el colectivo LGTBI+. Incluso, se crearon ciertas licencias y estamentos para favorecer las bodas civiles entre personas del mismo sexo, se aceptaba la práctica hoy denominada “crossdressing” (vestirse como lo haría el género opuesto) y se crearon “seguros de vida” para el colectivo.
Los piratas reclutaban a su nueva tripulación en muchas ocasiones de los barcos militares y mercantes atacados. Muchos de estos nuevos reclutas ya practicaban el sexo con sus compañeros, por lo que al llegar a los libertinos navíos piratas crecía la intensidad de las relaciones. No debemos olvidar, que la piratería y en general el mundo marinero, era una sociedad casi exclusivamente masculina, por lo que las relaciones homosexuales estaban a la orden del día.
Fig 3. Piratas abordando un barco. 

Pero, si había un lugar donde todo era posible y las leyes no existían, esa era isla Tortuga (fig. 4). En la actualidad esta isla es conocida por la famosísima saga cinematográfica Piratas del Caribe, pero la realidad posiblemente superase a la ficción americana. En Tortuga había muchos más hombres que mujeres, por lo que no es de extrañar que fuese una sociedad abiertamente homosexual. No digo que todos, pero posiblemente las parejas del mismo sexo fuesen algo normal. Existe una anécdota, la cual relata como el gobernador francés Jean Le Vasseur llevó desde París a la isla, una flota con 1650 prostitutas con la esperanza de que las mujeres civilizaran la isla. Seguramente, estas mujeres llegasen a una isla en las que las relaciones del mismo sexo ya estaban establecidas, por lo que fue algo normal encontrar relaciones a tres, o triejas como se denomina en la actualidad, entre dos hombres y una mujer.
Fig 4. Mapa de isla Tortuga en el Mar del Caribe. 

Hemos mencionado los seguros de vida pirata, así como la unión civil que tenían para las parejas del mismo sexo, el matelotage. El matelotage fue una institución arraigada entre la piratería durante los siglos XVI y XVII. El nombre proviene posiblemente de la historia del bucanero Alexander Olivier Exquemelin, cirujano de la expedición del famoso Henry Morgan, y su compañero Matelot. Matelot se traduce como compañero de litera, por lo que es más que probable que algunos hombres para cubrir deudas vendieran sus servicios a otros en los barcos o se enamorasen en las largas travesías. Pero el matelotage era más profundo que eso. Si uno de los dos moría, su pareja o socio heredaba todo el botín del otro. A grandes rasgos era un matrimonio como los de la actualidad. Si bien es cierto, que no siempre este tipo de uniones se daban por amor o sexo, sino como parte de una sociedad entre dos piratas. Exquemelin escribió una vez: “Es la costumbre general y solemne de todos ellos buscar un camarada o compañero, a quien podríamos llamar socio con el que se unen todo el stock de lo que poseen”.
Hablando de parejas famosas de piratas homosexuales no podemos dejar de mencionar al capitán Robert Culliford y John Swann, este último se le conocía como “el gran consorte de Culliford, que vive con él”. En 1692 saquearon, destruyeron y asesinaron a parte de la población de Gujarat en la India, por lo que fueron encarcelados durante años.
Para muchos escritores de la época la homosexualidad dentro de la piratería era algo común. Se dice que las poblaciones de Martinica, las Antillas francesas y Guadalupe eran sociedades donde se encontraban tanto matrimonios heterosexuales, como homosexuales. Según estos autores contemporáneos había dos tipos de familias en estas islas: “La primera consta de personas casadas y las de los chicos con los que conviven”.
Fig 5. Dos piratas pasando el tiempo. 

No podemos concluir este artículo sin contar la historia de ese pequeño colectivo que fue el de las mujeres piratas. Hubo un pequeño número de grandes mujeres que se dieron a la mar, pese a las estrictas normas de la sociedad. Anne Bonny y Mary Read posiblemente sean el mayor exponente de ese pequeño bastión de mujeres aguerridas que estuvieron a la vanguardia de la sociedad marítima femenina.
Ambas fueron mujeres fuertes, duras y que tuvieron un lado masculino muy marcado. No es extraño puesto como hemos dicho la piratería era una comunidad mayormente masculina. La historia de Anne Bonny (fig. 6), comienza cuando su padre la traviste de hombre y la empieza a llamar Andy. El motivo posiblemente fuese el de mantener el anonimato, mayormente porque su padre huyó con ella abandonando a la familia materna. Anne era una niña difícil y temperamental que llegó a apuñarla a una sirviente con tan solo 13 añitos. Quiso ser marinera casi desde el principio, pero como hemos dicho la sociedad no permitía a las mujeres serlo, por lo que decidió hacerse pasar por hombre. Un día, unos piratas abordaron su barco y la obligaron a enrolarse con ellos. Allí conoció al capitán pirata John “Calico Jack” Rackham que la convirtió en su amante. Por su parte Mary Read tuvo claro desde pequeña su condición. Según los relatos Mary llegó a ser bautizada con el nombre de Mark, aunque no parecía identificarse con este nombre o con la condición de hombre transgénero. Si bien es cierto, en muchos informes de la época se refieren a ella en masculino e incluso se constata que prefería ser nombrada en este género.
Fig 6. Grabado de Anne Bonny. National Museum Greenwich, London.

Fue en el navío de Rackham donde ambas mujeres se conocieron. En un primer momento, ambas pensaban que lo que tenían delante era un hombre. Pero seria Anne la que revelaría su verdadera condición, así como su atracción hacia Mary. Fue ahí cuando comenzó su idilio pese a los celos del capitán, el cual pensaba que un hombre estaba conquistando a su amante. Bonny lo tranquilizó contando que Mary era una mujer también y los tres se unieron en una relación que provocó un sinfín de aventuras.
Juntos atracaron y robaron barcos por todas las Bahamas. Reclutaron y capturaron tripulación en Jamaica, así como una gran cantidad de tesoros. El 15 de noviembre de 1720 el barco celebraba la captura de un navío cuando los cazadores piratas los abordaron. La tripulación ebria poco pudo hacer, aunque Read y Bonny lucharon para contenerlos fue inevitable (fig. 7). Rackham, Bonny y Read fueron apresados y condenados a muerte. Pero la suerte estaba del lado de ambas mujeres, que se libraron de la horca por estar embarazadas. Pese a esto, Read murió de fiebre en la celda, mientras que el destino final de Bonny es una incertidumbre a día de hoy.
Fig 7. Estatua en honor de Anne Bonney y Mary Read. Bahamas. 

En resumidas cuentas, la sociedad de los siglos dorados de la marinería fue en su mayoría conservadora e intolerante con las relaciones homosexuales. Pese a esto, al margen de la ley y con una total libertad, los piratas vivían libres de amar a quienes quisieran, con la única condición de ser fieles los unos a los otros. Esto fue un código de honor, así como una condición que se vio reflejada y traducida en la institución del matelotage. No hay que olvidar que los piratas y bucaneros fueron asesinos y ladrones, que saquearon y destruyeron ciudades y navíos allá por donde pasaban. Pero tenían algo de lo que carecía la Marina Británica y otras instituciones, una mente abierta y un código de lealtad hacia el compañero. La vida en el mar no era fácil, una tormenta podía destruir tu embarcación y morir en el proceso. Además, pasaban largas jornadas sin ver tierra, con la única compañía de sus compañeros de tripulación, por lo que los lazos que creaban eran fuertes e intensos. La nostalgia de la tierra firme era palpable en las mentes de esos marineros. A su vez, la muerte y la locura eran sus compañeras de viaje. Por eso, encontrar el amor o al menos el cariño, durante esos viajes sería posiblemente la salvación de muchos marineros que vivieron ondeando las olas. La libertad estuvo y estará ligada al colectivo LGTBI+, así como lo estuvo en las vidas de todos y todas esas piratas que vivieron y amaron a quienes quisieron pese al pensamiento retrogrado de la sociedad que les rodeaba.


Bibliografía

Burg, B. (1983): Sodomía y tradición pirata. Paperback, Second Edition. Nueva York.
Molina, F. (2010): La sodomía a bordo. Sexualidad y poder en la Carrera de Indias (Siglos XVI-XVII). Revista de Estudios Marítimos y Sociales, pp. 9-19.
Paravisini-Gebert, L. (1998): Las aventuras de Anne Bonny y Mary Read. El travestismo y la historia de la piratería femenina en el Caribe. En "Género y cultura en América Latina. Volumen II : Arte, historia y estudios de género". Editorial El Colegio de México. México, pp. 137-147
Pérez- Mallaína, P. E. (1992): Los hombres del Océano: Vida cotidiana de los tripulantes de las flotas de Indias. Siglo XVI. Sociedad Estatal para la Exposición Universal Sevilla 92. Sevilla.

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