Tesoros del arte homoerótico



El arte al igual que otras disciplinas se nutre de historias, mitos y acontecimiento cotidianos. Por eso, no es raro ver como los artistas usan escenas de la vida cotidiana como sustento para sus creaciones. Gracias a esto, podemos encontrar a lo largo de todo el planeta obras inspiradas en la vida de homosexuales emblemáticos o mitos homoeróticos.
En este post haremos un breve repaso por aquellas obras relevantes basadas en estos mitos, historias y leyendas de inspiración homosexual. Desde Rubens a Goya, pasando por los talleres romanos y las cerámicas griegas, todos usaron la homoerótica como base de sus obras.
Comenzaremos nuestro viaje por el arte griego y romano, ya que la mitología grecolatina sirvió en gran parte de sustento para obras venideras. Las relaciones entre dioses, héroes y mortales quedaron plasmadas en muchos formatos. La cerámica griega contiene escenas cotidianas de parejas homosexuales y mitos clásicos (fig. 1). Estas relaciones hoy son consideras como aberrantes y prohibidas, como la pederastia, pero fueron fuente recurrente en las cerámicas griegas. No era raro por tanto, ver relaciones sexuales o simplemente escenas de la vida cotidiana de parejas de erómenos y erastés. Las relaciones lésbicas por su parte, eran escasas o nulas. Este tipo de relaciones eran consideradas y denominadas como “tríbadas”. Las mujeres en el mundo mediterráneo fueron tratadas en muchos casos meros instrumentos para continuar la estirpe, por lo que el sexo entre ellas era ir contra su “naturaleza”.

Fig. 1. Algunas escenas homoeróticas en cerámica griega.

Para los romanos no fue muy distinto, por lo que su arte estuvo inspirado con las mismas premisas anteriores. Los frescos hallados en distintas ciudades romanas antiguas, así como utensilios cotidianos ricamente decorados con escenas homoeróticas, son testigos de que el arte con temática homosexual siguió campando a sus anchas durante el periodo romano. La copa Warren es posiblemente el mayor exponente del arte homoerótico (fig. 2). Su rica decoración representa dos escenas de índole sexual entre dos hombres. Por un lado, una escena de sexo anal entre un hombre con barba y un jovencito, mientras son observados por lo que parece ser un esclavo. En el otro lado, otra escena anal entre dos jóvenes sin barba. Su calidad artística es sorprendente, así como el material empleado para su creación, la plata. Datada en el s.I d.C. y encontrada en la ciudad de Jerusalén se cree que perteneció a la élite romana de la ciudad.
Fig. 2. Copa Warren. S. I d.C. Jerusalén. 

No debemos dejar de mencionar las obras escultóricas romanas, fuente de inspiración durante el Renacimiento. Las obras de carácter mitológico fueron muy frecuentes entre la élite romana. Así mismo, esculturas honoríficas de la familia del emperador eran colocadas por todo el imperio, como sucedió con Antínoo. Por si alguno no lo conoce, próximamente hablaremos de él, pero podemos adelantar que fue el verdadero amor del emperador Adriano. Fue tal su pasión por el joven que al morir en extrañas circunstancias mandó a que se le honrase como un dios. Esto fue algo inaudito para Roma, puesto que solo la familia real o el emperador podían ser honrados a este calibre. Se construyeron ciudades en honor a Antínoo, así como un sinfín de esculturas y relieves del joven representado como los dioses Apolo, Dioniso, Hermes e incluso Osiris (fig. 3).
Fig. 3. Busto de Antínoo y estatua del mismo como el dios Osiris. 

Pero la homosexualidad no solo inspiró al mundo grecorromano, lejos de esto la homosexualidad estuvo presente en el arte de todo el mundo. En el Antiguo Egipto podemos encontrar la tumba de un alto cargo egipcio donde se encuentran frescos con escenas de su relación con otro joven (fig. 4). Los egipcios creían en la vida tras la muerte, por lo que no es de extrañar que Niankhkhnum quisiera que se le representara junto a su amor Khunumhotep en actitud cariñosa. También encontramos obras homoeróticas en la antigua Babilonia e incluso en Persia.
Fig. 4. Fresco egipcio representando a Niankhkhum y Khunumhotep. 

Al otro lado del océano Atlántico también se encuentran restos arqueológicos que atestiguan como las relaciones homosexuales fueron consideradas sagradas, hasta tal punto de representarse en múltiples formatos. Para la cultura de Moche y Vicús las relaciones homoeróticas tenían un carácter casi divino. Durante 800 años crearon miles de cerámicas denominadas “huacos” que representaban el coito lésbico y homosexual (fig. 5). Muchas de estas obras fueron destruidas con la llegada de la iglesia como rechazo ante la sodomía o la masturbación.
Fig. 5. Huaco de la cultura Moche y Vicús representando una penetración anal masculina. 

Tras la llegada de las religiones monoteístas que castigaron y destruyeron todo lo relacionado con la homoerótica, no volveremos a ver obras de esta temática hasta el Renacimiento, cuando se volvió la mirada a la época clásica con los mitos y leyendas grecorromanos.
Durante el Renacimiento el papel de los mitos y leyendas clásicas cobra una nueva vida. Los restos arqueológicos de época romana salen a la luz dando a los artistas una nueva perspectiva y temática para sus obras. Los autores clásicos regresan al panorama mediante la reinvención de artistas como Miguel Ángel, Leonardo da Vinci o Botticelli. Igualmente, los santos cristianos fueron parte de la inspiración del momento y en 1533 Bronzino retrata al que para muchos es el santo e icono de la comunidad gay, San Sebastián (fig. 6). De sobra es conocida la relación amorosa de Bronzino con su maestro, de ahí que la obra cobre mayor relevancia LGTBIQ+. Para muchos historiadores del arte, la obra es una clara muestra de arte homoerótico debido en gran parte a la ausencia de elementos religiosos que caracterizan al santo. Además, San Sebastián solía ser un hombre de cierta edad y Bronzino lo caracteriza como un joven imberbe y algo afeminado. Las flechas, que son el único elemento plasmado e icónico del santo, son utilizadas más como elemento sensual que como amenaza, siendo este otro rasgo del carácter homosexual de la obra. La creación de Bronzino dista un poco de la de Guido Reni, el cual recreó al santo semidesnudo (fig. 7). La primera propietaria de la obra consideró poco recatada la obra y pidió que se le tapase al santo más. Esto nos hace pensar como de indecente podía ser era el cuadro para la época.
Fig. 6.  San Sebastián, de Bronzino (1533).

Fig. 7. San Sebastián, de Guido Reni (1617 – 1619).

A final del s.XVI encontramos un auge de obras con personajes poco convencionales. Juan Sánchez Cotán plasmó a Brígida del Río con todos los elementos característicos de una mujer, pero con una frondosa barba (fig. 8). Para algunos autores, este hecho es la forma que tuvieron de plasmar el tercer sexo, es decir, personas que no responden al estereotipo de hombre o mujer. Posiblemente, este tipo de obras fuesen creadas como una respuesta a la curiosidad de la gente o por puro interés médico, pero lo que está claro es que su impronta y estética quedó en la psique colectiva. Casi un siglo después, José de Ribera recreo su propia mujer barbuda.
Durante los s.XVI y XVII, las deformidades y alteraciones fueron un entretenimiento para la corte y pueblo como hemos mencionado y en 1631 José de Ribera retrató a Magdalena Ventura junto a su familia (fig. 9). Magdalena y su familia, podrían haber sido una típica familia italiana de la época, salvo por la excepción de a que la mujer le creció barba y perdió el pelo con tan solo 37 años. Esto no le impidió tener una familia, llegando a tener tres hijos. El autor quiso reflejar esta ambigüedad de la protagonista colocando sobre las losas el huso y la concha, símbolos de las personas hermafroditas.
Fig. 8. Brígida del Río, la barbuda de Peñaranda, de Juan Sánchez Cotán (1590).
Fig. 9. La mujer barbuda (Magdalena Ventura con su marido), de José de Ribera (1631).

Retomando el tema del hermafroditismo podemos decir que es un tema recurrente en el arte tanto clásico como posterior. En la antigüedad existieron deidades claramente hermafroditas como Afrodito o Agdistis. Sus mitos inspiraron de tal forma a los artistas que plasmaron en sus obras personajes andróginos. Por un lado, tenemos la obra de Bernini la cual según la leyenda durante unas excavaciones en Roma, las autoridades se encontraron una estatua del s.II d.C. de carácter hermafrodito, pudiendo ser alguna de las deidades anteriormente mencionadas. Bajo el mecenazgo del Cardenal Borghese, Bernini creó un colchón de mármol para la estatua, de esta forma quedó como una obra única (fig. 10). Por otro lado, encontramos la creación de Matteo Bonuccelli el cual en 1652 esculpió un ser mitad hombre y mitad mujer (fig. 11).
Fig. 10. Hermafrodito durmiente, de Bernini (1620).

Fig. 11. Hermafrodito, de Matteo Bonuccelli (1652).

Como hemos comentado, la mitología fue un gran sustento para los artistas. Los mitos sobre héroes y dioses amando a jóvenes fueron material para diversas obras. La primera de la que hablaremos será la de Rubens, “Aquiles descubierto por Ulises y Diómedes” (fig. 12). En este cuadro vemos como Aquiles se traviste como mujer para evitar ir a Troya. Sobre este mito circulan muchos cuadros en los que vemos al mítico héroe vestido como mujer. Rubens también empleo la mitología en su cuadro “El rapto de Ganímedes”, en el que plasma el momento exacto en que el dios Zeus rapta al joven Ganímedes para llevarlo al Olimpo junto a él (fig. 13). Según el mito, Zeus quedó prendado del joven y transformado en águila bajo de los cielos para raptar a Ganimedes y llevarlo al Olimpo para convertirlo en su copero oficial.
Fig. 12. Aquiles descubierto por Ulises y Diómedes, de Pedro Pablo Rubens (1617 – 1618).
Fig. 13. El rapto de Ganímedes, de Pedro Pablo Rubens (1636 – 1638).

El gusto por la temática mitológica nunca cesó, por lo que en sucesivos siglos veremos obras de esta inspiración. Un mito que ha tenido muchas interpretaciones en el arte es el de la muerte de Jacinto. Según la historia Jacinto era un joven tan hermoso que varios dioses se disputaban su amor. Apolo consiguió sus favores, pero Bóreas (o Céfiros según la versión), celoso mandó una ráfaga de viento mientras el joven y el dios jugaban con un disco, impactando este en el cráneo de Jacinto. Apolo devastado por su muerte hizo que de la sangre derramada brotase una flor que nombró como a su amado, jacinto. Giambattista Tiepolo pintó su cuadro inspirado en este mito entre 1752-1753, por encargo de un barón alemán en honor al amor que profesaba a su amante, un músico español (fig. 14). Este hecho da una doble connotación al cuadro, por un lado, el mito del amor entre Apolo y Jacinto, por otro el amor escondido entre el barón y el músico español. En 1769 el francés Nicolas-Rene Jollain haría su propia versión del mito, aunque con un aspecto más sensual que la versión de Tiepolo (fig. 15).
Fig. 14. La muerte de Jacinto, de Giambattista Tiepolo (1752-1753).

Fig. 15. La muerte de Jacinto, de Nicolás-René Jollain (1769).

Terminamos este repaso por el arte de inspiración homoerótica con el maestro Goya. En el Museo del Prado por motivo de la celebración de Orgullo del 2017 se expuso una lámina de Goya titulada “El maricón de la tía Gila” (fig. 16). Según los organizadores esta obra es poco conocida y distinta a las del autor. Es un dibujo en tinta china que el maestro usaba a modo de autógrafo. Además, forma parte de una serie en la que Goya retrataba a personas marginadas de la sociedad de las que la gente se reía y burlaba. El autor retrata al hombre desgarbado, sin formas masculinas, sino más bien andróginas.
Es innegable que mundo del arte siempre ha estado muy por delante de la sociedad. El arte abre ventanas y crea libertades, por eso siempre ha estado y estará ligado al colectivo LGTBIQ+. Los artistas han usado la homoerótica en sus obras en momento históricos en los que estaba penado con la muerte o era desconocido para la sociedad. Porque si, durante siglos la homosexualidad fue omitida y castigada, pero no se puede ocultar la realidad de algo tan natural como respirar. Las civilizaciones antiguas conocían este hecho, y por consiguiente plasmaron en sus obras escenas de la vida cotidiana incluyendo el amor y el sexo homosexual.
Fig. 16. El Maricón de la tía Gila, de Francisco de Goya (1808-1814).

El arte siempre ha estado por encima de creencias políticas, religiosas e ideologías varias, en gran parte porque los artistas emplean sus emociones y sensaciones a la hora de escribir, dibujar o esculpir. Desde que el ser humano es complejo y empezó a dibujar en cuevas y abrigos el arte rupestre vemos como la homosexualidad era algo cotidiano. Algunos ejemplos de esto son los encontrados en el abrigo rupestre de Laussel, en Dordoña o la placa de Gonnersdorf donde aparecen las llamadas “bailarinas” (fig. 17). Porque, aunque invisible, perseguida y prohibida para muchos, la homosexualidad ha sido representada de forma constante desde tiempos antiguos. Pinturas, cerámicas, esculturas, grabados o frescos fueron el soporte de artistas que dieron voz a historias y mitos antiguos que pertenecen a un colectivo oprimido y silenciado durante siglos. Durante años los artistas se valieron de mañas y estrategias para pintar sus obras bajo la atenta mirada opresora de la religión, sin que vieran o intuyeran que dibujaban. Solo algunos entendidos sabían donde mirar y comprendieron los secretos que escondían sus pinturas. Secretos que hoy he intentado poner en alza para reivindicar que aún queda mucho camino por recorrer y que, mientras existan valientes que no le tengan miedo a expresarse, seguiremos luchando. Si civilizaciones tan antiguas como la griega, maya o romana plasmaban escenas homoeróticas sin que ocurriese nada, porque hoy en pleno s.XXI nos escandalizamos al ver a dos hombres o mujeres besándose por la calle. El arte fue, es y será una ventana a la libertad y luz a la que todo ser humano tiene acceso cuando este en sus horas más oscuras.
Fig. 17. Placa denominada "las bailarinas" encontrada en Gönnersdorf a la orilla del Rin. 

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