Si algo caracteriza Halloween es su conexión con lo infernal, lo oscuro y sobre todo, con los seres de la noche. Brujas, hombres lobo, vampiros, demonios y un sinfín de seres fantásticos danzan a sus anchas durante esa noche. ¿Pero que hay de verdad en estos seres mitológicos? ¿Existieron? Hoy intentaremos desentrañar algunos de estos misterios.
A lo largo de varios siglos, entre 1540-1700, más de 3500 individuos fueron acusados de ser vampiros, brujas o tener alguna conexión con el diablo en España. Estas supersticiones, fueron infundadas en gran parte por libros como el Malleus maleficarum (fig. 1). Esta biblia de la literatura demonológica fue publicada a lo largo de 1486 al 1699, llegando a tener hasta 34 ediciones. Se imprimieron más de cincuenta mil ejemplares en toda Europa, lo que supuso una expansión increíble de estas creencias. España, no quedó exenta de este tipo de libros. En el s. XIV localizamos en este país, una decena de títulos de inspiración demonológica.
Fig. 1. Malleus Maleficarum. |
Durante la época moderna, la concepción de magia, hechicería y brujería no tuvieron el mismo significado. Sino que eran conocidas como prácticas diferentes: la magia es una forma de interpretar las fuerzas de la naturaleza pero también de influir en ella. En realidad magia y religión pueden ser muy parecidas, lo que cambia es la metodología. Porque, cuando rezas a un santo estas creyendo en la misericordia divina. Sin embargo, con la magia pasa lo contrario, es el mago el que se dirige a la divinidad, pero no confía en ella, sino en sí mismo y en sus capacidades. Es por esto, que la Iglesia desconfía de la magia, ya que pretende ser el único intermediario entre Dios y el hombre.
La hechicería fue muy común en la antigüedad, así como perseguida por la Inquisición. Entre las prácticas de hechicería podemos destacar tres variantes. Por un lado, encontramos como en España fue común utilizarla para encontrar tesoros ocultos de época musulmana. Mediante el ritual del círculo mágico, se exigía al demonio que revelase el paradero de dicho tesoro. También existieron los filtros o hechizos de amor, muy comunes entre las acusaciones de brujería ante la Santa Inquisición (fig. 2). Por último, tenemos a las sanadores o curandero. Según la leyenda, tenían grabado en la lengua la rueda de Santa Catalina y eran capaces de curar enfermedades con su saliva. Estos fueron de los más perseguidos por la Inquisición.
Fig. 2. Tribunal de la Santa Inquisición. |
Es más, la brujería está estrechamente ligada a la hechicería. Para ser bruja, debía haber dos elementos claves, la hechicería y el pacto con el demonio. La actitud que han tomado los historiadores acerca de la brujería es diversa. Algunas de las corrientes son escépticas en cuanto a la veracidad de la existencia de brujas. Mientras que otras, creen que existe un trasfondo real en todo lo relacionado con ella. La creencia en las brujas y la persecución de estas, fueron elementos distintos. La caza de brujas se dio mayormente entre los s. XVI y XVII tras haberse consolidado el concepto de bruja. Además, los procesos contra ellas fueron posibles gracias al cambio de legislatura. Se pasó del proceso judicial romano y altoimperial, a uno inquisitorial. Este proceso añadía además, la tortura como método de confesión. Por lo que fueron muchas, las que acabaron reconociendo algo que no eran por acabar con las torturas.
Además, el conflicto religioso entre católicos y protestantes agravó aún más la situación. Puesto que ambas partes, creían ver enemigos en todos lados. Como resultado, se estima que casi 100.000 personas fueron perseguidas por brujería, de las cuales 60.000 estuvieron condenadas a muerte. Por norma eran quemadas, salvo en el caso de Inglaterra, donde eran ahorcadas o ahogadas (fig. 3). Desde el punto de vista sociológico, la persecución de las brujas en Europa afectó mayormente a las mujeres de casi todo el continente. Salvo en Finlandia y Rusia, donde las prácticas de hechicería masculina era lo común.
Fig. 3. Grabado de un ajusticiamiento por brujería. |
El momento álgido de la caza de brujas fue entre 1550 y 1650, siendo Polonia el último país en abandonar oficialmente la persecución. Aunque, la última quema de brujas fue en Suiza entorno a 1783. Se cree, que el abandono de esta actividad está estrechamente relacionado con el rechazo por parte de las élites intelectuales a la existencias de la magia y la hechicería.
En España, la brujería tuvo muy poco impacto, si lo comparamos con otros países de Europa. Aquí, lo que más se dio fue la hechicería, ya que la brujería se limitaría sobre todo, a la zona norte de la península. Los escasos casos de brujería se deben en parte, a la presencia en la Inquisición española de juristas, que requirieron de pruebas legales y fehacientes para dar por válido el proceso de acusación. El caso de las brujas de Zugarramurdi (fig. 4), con su consiguiente auto de fe en Logroño en 1610, marcó un doble hito en la caza de brujas en España. Por un lado, fue la primera vez que se realizó un proceso por brujería en España de esa magnitud. Por otro, supuso el principio del fin de los procesos inquisitoriales españoles. Esto se debe, a que Alonso de Salazar y Frías, un inquisidor, relató en sus informes que la población de Zugarramurdi jamás tuvo denuncias por brujería. Sino que hubo un caso clave de histeria colectiva, proveniente de Europa central, que provocó la quema de siete personas inocentes.
Fig. 4. El Gran Macho Cabrío de Francisco de Goya (1821/23). |
Algo parecido ocurrió con los vampiros. La histeria colectiva, creo un ser que provocó el pavor por toda Europa central. El término vampiro, proviene del húngaro vampyr, que deriva a su vez del polaco oupyr. Tras algunas referencias poco claras durante el medievo, será a partir del s. XVII cuando los relatos sobre estos seres comiencen a proliferar. El primer caso claro detectado, se encuentra en Silesia en 1591. Incluso existen otros en Bohemia (1618) y Cracovia (1624), muy cercanos en fechas. Pese a esto, no será hasta 1706 que se escriba el primer libro sobre vampiros. El tomo en cuestión fue titulado De magia postuma y fue escrito por Karl Ferdinand Scherz. En él, describe una serie de casos ocurrido en la frontera entre Hungría y Moravia. El más famoso es la historia de Arnold Paole, un soldado de la monarquía austriaca. Paole, fue trasladado a la población de Medveja (Servia). Según sus relatos, fue atacado en numerosas ocasiones por un vampiro de la zona. Pero, logró curarse tras desenterrar el cuerpo del vampiro, cortarle la cabeza y comer tierra de su sepultura mezclada con sangre de la criatura. Pero ahí no quedó la cosa. Pese a realizar este ritual, quedó infectado del ser y al volver a su aldea, sufrió un accidente que lo mató. A los 30 días de su defunción, algunos habitantes del pueblo manifestaron haber visto a Arnold deambular por las calles. Tras esto, fueron hasta su tumba para desenterrarlo (fig. 5). Al abrirla, quedaron asombrados, pues Arnold Paole no mostraba señales de podredumbre. Según los testigos: “la sangre fresca fluía desde sus ojos, nariz, boca y orejas; que su camisa, sudario y ataúd estaban ensangrentados; que sus uñas de pies y manos habían caído y habían sido reemplazadas por nuevas”.
Como habréis supuesto, el cuerpo de Arnold fue decapitado e incinerado tras esto. Pero a pesar de todo, los brotes y casos siguieron sucediendo en la zona, por lo que el emperador Carlos VI ordenó una investigación al respecto. Poco a poco, la histeria colectiva se fue propagando por toda la zona, por lo que la emperatriz Maria Teresa tuvo que tomar cartas en el asunto. Maria Teresa, mandó a crear una comisión en Viena para diseñar un estatuto jurídico que prohibiera las prácticas supersticiosas, el Constitutio Criminalis Theresiana. El nuevo edicto, expresaba explícitamente la prohibición de ejecutar tradiciones en supuestos vampiros, mediante estacas, decapitación o quema de cuerpos, por considerarlas prácticas supersticiosas e irracionales.
Fig. 5. Grabado de unos cazadores de vampiros. |
En España esta figura llegó en el s. XVIII. Diarios como la Gaceta de Madrid se hacían eco de noticias relacionadas con supuestos vampiros en Varsovia. Si bien es cierto, que los médicos españoles desde un primer momento se posicionaron por una aproximación racional del asunto, el mito del vampiro penetró de lleno en la sociedad española. Es por esto, que encontramos a este ser como protagonista de muchas obras literarias de la época. Además, se empleaba su figura para asustar a los niños. Los vampiros eran una especie de demonios malignos, que además de chupar la sangre devoraban el alma y la energía humana (fig. 6).
Es más, el género literario demoniaco tuvo gran fama y relevancia en la Edad Moderna, debido a su carácter imaginario y popular. Algo que se observa en Francia y Centro-Europa. En España, por ejemplo, estos textos fueron muy perseguidos y censurados por la Inquisición. Ya que, pese a criticar toda lo relacionado con la demonológica, resultaba ser una guía perfecta para la práctica.
Fig. 6. La Pesadilla de John Henry Fuseli (1781). |
Los demonios fueron un tema muy recurrente. Existían toda clase de ellos, íncubus, súcubus, duendes, hadas, etc. Es más Isidoro de Sevilla, en su enciclopedia Etimologías (VII, 11), describió a muchos demonios y sus poderes. Santo Tomas de Aquino, habla también de ellos en su Tratado del gobierno del mundo, donde mostraba como los demonios combaten continuamente a los hombres. Un autor que comenta un poder curioso sobre estos seres es Pedro de la Palud, en su libro Sentencias. Ahí relata, como los demonios impedían que los matrimonios llegasen a buen puerto, enfriando al varón, llenándole la cabeza con imágenes repugnantes de su mujer e incluso reprimiendo la erección del hombre u obstruyendo las vías por donde fluye el semen.
Para muchos autores, los demonios eran ángeles caídos, divididos en nueve clases (fig. 7). Son extremadamente listos e intentan imitar y ridiculizar a Dios y los ángeles. Es por esto, que los demonios pueden aparecer con forma de hombre o mujer, es decir, íncubos o súcubos. Además, según algunos autores los demonios tenían la capacidad de reproducirse de la siguiente manera: Un demonio se convertir en mujer (súcubo) y yacía con un hombre. Retenía el semen del susodicho, para luego transformarse en un hombre (íncubus) y acostarse con una mujer, a la que transfería el semen contaminado. Todo esto, según Alonso de Espina, el cual también cree que es de esta forma como llegó a nacer el mítico mago Merlín. También según este autor, las mujeres más piadosas o eclesiásticas recibían la visita de estos seres (fig. 7).
La Caída de los Ángeles Rebeldes de Pieter Brueghel el Viejo (1562). |
Lo que está claro, es que los demonios, vampiros, brujas y hechiceros estuvieron muy presentes en el imaginario colectivo de Europa. Ya fuesen supersticiones o desconocimiento de las ciencias y la medicina, muchos creyeron haber estado en presencia de estos seres. De ahí, que el día de Halloween, día por excelencia donde el velo entre lo fantástico y lo racional se diluye, se crea que todos estos seres salen a pasear. Aún tras siglos, ese hilo conductor entre lo onírico, lo oscuro, lo desconocido y lo fantástico sigue presente en los humanos. Bajo la misma piel, escondido bajo capas de racionalidad y valentía, aún tenemos miedo a esto seres. Por eso, que cada año por estas fechas, salimos disfrazados de vampiros, hombres lobo, demonios o brujas. Quizás, con la intención de pasar desapercibido antes los verdaderos. Quizás como una forma de ahuyentar los miedos. O quizás, como una forma de recordar ese legado ancestral de una época en la que creíamos en la magia.
Fig. 7. Grabado con un demonio tentando a un clérigo. |
Ilustraciones
Imagen portada: El Conjuro de Francisco de Goya (1797-1798).
Imagen final: Cocina de Brujas de Frans Franken.
Bibliografía
Morgado García, A. (1999): Demonios, magos y brujas en la España moderna. Publicaciones Universidad de Cádiz. Cádiz (España).
Morgado García, A. (2013): Los vampiros en la España del s. XVIII en Ubi Sunt Revista de Historia, 28, 2013, pp. 48-56.
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