Como cada mes de
junio, la comunidad LGTBIQ+ se prepara para celebrar su tradicional Dia del
Orgullo. Parece que cada año se consiguen más cosas para el colectivo, pero
lejos queda la meta en la que la igualdad, la tolerancia y el respeto sea
posible en todos los países del mundo. Por eso, quiero aportar mi granito de
arena y escribir algunas entradas inspiradas en este movimiento. Comenzamos
esta serie de artículos con una actividad poco reconocida pero muy querida dentro del colectivo, el travestismo. Pero lejos de parecer una moda del s.XXI tiene sus
raíces en la antigüedad. Desde emperadores romanos, hasta el más humilde
campesino, todos han sentido la necesidad de transformarse en otras personas.
Estos alter egos, fueron en muchas ocasiones sinónimo de burla, pero la realidad
es que fueron personas valientes que actuaron según sus convicciones y
creencias. Como siempre os digo, poneos cómodos y disfrutad del espectáculo.
“Travestismo” es un
término que aparece en la obra de Magnus Hirschefel, “Conductas sexuales
humanas”, a comienzos del s.XX en Alemania. El mero hecho de que aparezca
el travestismo como una conducta sexual rara no es de extrañar. Recordemos que
en pleno s.XX aún se creía que la homosexualidad era una enfermedad, por lo que
usar ropas del sexo contrario era cuanto menos una perversión casi intratable.
Pero remontemos aún más atrás.
Cambiar de forma y
sexo era algo natural en las deidades antiguas. Un ejemplo lo encontramos en la
mitología griega, donde dioses y héroes se travestían sin ningún miedo a que su
masculinidad se viera deteriorada. Según las leyendas el dios Heracles para
conquistar a la reina Onfalia dejó que esta lo vistiera de mujer una temporada,
incluso hiló a sus pies como una doncella más. Durante mucho tiempo vivió como
una mujer para complacer a la reina.
Algo parecido sucedió
con Aquiles (Fig. 1), el cual tuvo que vestirse de mujer para que Ulises no pudiera
encontrarlo. Posiblemente este mito sea de mis mitos favoritos. Cuando el
Oráculo de Delfos le dice a la diosa Tetis que su hijo será un gran guerrero
que luchará y morirá en el campo de batalla, esta decide ocultarlo. Lo escondió
en la corte del rey Licómedes vestido como una niña. Allí el joven Aquiles creció
y se educó como una hija más del monarca. Justo antes de dar inicio la famosa
Guerra de Troya, Ulises es enviado a buscar al gran guerrero para ganar la
lucha. El estratega versado en las mentiras ideó un plan para sacar a la luz a
Aquiles, se presentó en la corte del rey con un obsequio, un gran cofre lleno
de joyas. El cofre estaba destinado a la princesa, el interior estaba repleto
de joyas y piedras preciosas, pero también había una espada y un escudo, algo
de lo que solo Aquiles se percató, siendo de esta forma descubierto.
Fig. 1. Aquiles descubierto por Ulises y Diómedes, de Rubens (1617-1618). Óleo sobre lienzo. |
Otro mito griego de índole parecida es el de Zeus cambiando de forma para conquistar a Calisto. Calisto era una amazona aguerrida de la diosa Artemisa. Según el mito, Zeus quedó prendado de la guerrera y como esta solo tenía ojos para la diosa, decidió transformarse en Artemisa. De esta forma, sedujo y consumó el acto con Calisto que quedó embarazada del dios supremo. Para evitar posibles represalias de Hera, Zeus convirtió a Calisto en osa. La diosa desconfiada mandó a Artemisa a cazar a la osa, muriendo esta en manos de su amada deidad.
Pero dejemos los mitos
a un lado. En los anales de la historia existen muchísimas historias
interesantes sobre personas que se travisten o cambian de sexo por diversas
causas. Esto es lo que le ocurrió a Hagnódica (s.IV a.C) (Fig. 2). Su historia se sitúa
entre el mito y la realidad, para muchos autores es una figura mítica del
folklore griego, mientras que para otros fue real. Lo que si es cierto, es que
fue la primera mujer ginecóloga del mundo. Los relatos narran como Hagnódica
viendo como las mujeres sufrían en el parto, decidió estudiar y ejercer la
medicina. Dichas prácticas estaban destinadas a los hombres en tiempos
antiguos, por lo que nuestra heroína decidido travestirse de hombre para
ejercer la profesión. Su historia acaba cuando nuestra protagonista acaba en el
banquillo, acusada de seducir y violar a sus propias pacientes. Al ser juzgada
como culpable, esta decidió levantarse la túnica y mostrar su verdadero sexo.
Algo que posiblemente fuese su condenada definitiva, puesto que los allí
presentes al grito de ¡Una mujer, practicando la medicina! decidieron
ejecutarla.
Fig. 2. Ilustración de Hagnódica. |
La cultura nórdica era politeísta como bien sabemos. Dentro de su panteón de dioses los más emblemáticos eran Thor, Odín, Freya o Loki. Este último, podía ser representado tanto como hombre, como de mujer. Para los nórdicos Loki era el dios de las bromas, las transformaciones y la astucia. Según algunos mitos se transformaba en cualquier cosa, halcón, salmón, anciana, doncella o yegua, siendo de esta última forma como engendró y parió al mítico caballo de Odín, Sleipnir. Existen relatos de como Loki usaba sus encantos cuando se transformaba en mujer para conseguir lo que quería de los hombres. Incluso una vez, pasó ocho años convertido en una ordeñadora de leche manteniendo relaciones con diversos hombres. El mítico Thor, tampoco se escapa del transformismo (Fig. 3). Existe un mito que narra como el dios del trueno pierde su famoso martillo y para recuperarlo tiene que travestirse de mujer, vistiendo un traje de novia y casándose con un gigante.
Fig. 3. Grabado del mito de Thor y el vestido de novia. |
En el mayor imperio conocido también encontramos historias sobre personajes que ejercieron el transformismo. Pese a esto, el travestismo en la Antigua Roma no era del todo bien visto. Partimos de la base, en que para los romanos las mujeres eran meros instrumentos para continuar el linaje, por lo que querer o transformarse en una era cuanto menos ir contra natura. Algo parecido pasaba en las relaciones homosexuales, puesto que no estaban mal vistas siempre y cuando, fueses el dominante en las relaciones sexuales. Si bien es cierto, que el travestismo o la inversión de roles han sido utilizados por historiógrafos modernos para representar la decadencia del imperio romano. Igualmente, encontramos la historia de diversos emperadores que se llegaron a travestir. Nerón, por ejemplo, se vistió de mujer para poder consumar el matrimonio con su músico preferido Diodoro. Aunque, más lejos llegaría otro emperador, Heliogábalo (del cual hemos hablado ya en otro post). Si bien es cierto, que este monarca claramente deseaba ser una mujer más que vestir o actuar como tal. Según los relatos de sus “hazañas”, Heliogábalo tendía a vestirse de mujer y actuar delante de su corte, siendo posiblemente la primera drag queen de la historia antigua (Fig. 4). Para los romanos no era desconocido la práctica del transformismo, puesto que incluso reportes de exploradores romanos advertían la existencia de indígenas que vestían como mujer.
Esto también lo vemos
en los textos que narran los encuentros entre los primeros colonizadores
españoles con las culturas precolombinas. Allí no era tan raro ver a hombres
vestidos de mujer o mujeres vestidas como hombres, puesto que sus creencias
eran de que las deidades eran de ambos sexos, por lo que tener ambas naturas
era sinónimo de divinidad. Los que ejercían esta práctica eran considerados
casi dioses y venerados en templo como tales. Las culturas precolombinas
consideraron a este tipo de personas como dioses o seres fantásticos, por lo
que los apartaban de la sociedad y llevaban a templos, donde como hemos dicho
eran adorados como deidades. Los padres incluso animaban a sus hijos a
travestirse aceptando de buen grado el cambio y vistiéndolos con su nuevo
rol. Algo parecido se encontraron los
ingleses en las Grandes Llanuras de Norteamérica, puesto que allí las culturas
indígenas aceptaban a las personas de genero no binario, llamándolas de dos
espíritus.
Las culturas
orientales tampoco estaban exentas de personas que se travestían. Sin ir más
lejos, los eunucos de Asiria, Mesopotamia o Egipto solían vestir con ropajes femeninos.
En otras civilizaciones como la persa o la china, encontramos personajes
masculinos altamente feminizados e incluso, en ocasiones portando ropas
femeninas.
Fig. 4. La película Satyricon de Fellini (1969) se basa en la adaptación de la obra de Petronio. Esta narra la celebración de un matrimonio homosexual, claramente inspirado en la vida de Heliogáblo. |
El transformismo también existió dentro del seno de la iglesia católica. Muchas mujeres santificadas hoy en día, en su momento decidieron vestir como hombres. Es el caso de Santa Tecla, que acompañó a San Pablo a Roma como hombre o Santa Pelagia que vivió como un ermitaño. Un caso más anecdótico contado en los santorales es el del joven Marino, según la leyenda al no querer casarse se travistió como mujer para poder ingresar en un convento como monja.
Un acta de justicia
del s.XIV narra la historia de Eleonor. Según este documento, Eleonor era en
realidad John, pero se travestía para ejercer la prostitución en el Londres
medieval. Por aquel entonces también encontramos la historia de Margarida
Borras. Su juicio y condena quedaron en los anales de la historia por lo
desagradable que fue. Si bien es cierto, que se sentía mujer desde que nació,
pero se merece una mención especial por su coraje y lucha.
Según los escritos del
sacerdote Melcior Miralles, Margarida nació bajo el nombre de Miguel en el seno
de una familia adinerada de Valencia. Su padre había sido notario en Mallorca
por lo que se había labrado un nombre en la ciudad valenciana. Margarida solía
frecuentar las mejores casas sociales y los mejores lugares, siempre vestida
como mujer. En una época donde la Santa Inquisición estaba a la orden del día,
solo se necesitaban una excusa para denunciar a alguien. Posiblemente un amante
despechado o alguien a quien molestó, la acusó frente Santo Oficio y acabó
siendo apresada y torturada. Fue ejecutada en 1460 en la Plaza del Mercado de
Valencia. En la actualidad su historia es sinónimo de odio y discriminación,
por lo que es considerada un símbolo para la comunidad LGTBI+ de la Comunidad
Valenciana (Fig. 5).
Fig. 5. Placa conmemorativa de la muerte de Margarida Borras situada en la Plaza del Mercado en Valencia. |
El transformismo no volvería a ser bien visto posiblemente hasta la llegada de las obras teatrales. Es sabido que las mujeres no podían ser actrices, por lo que los papeles femeninos eran interpretados por hombres. Posiblemente, el origen de los drag queen apareciera durante lo que se denomina “burlesque victoriano” en el s.XIX. Es ahí cuando surge el término “drag” según muchos eruditos. Algunos creen que es un acrónimo de “Dressed Resembling a Girl”, o lo que es lo mismo, vestido pareciéndose a una chica.
Con la aparición de
Julian Eltinge comienza una nueva era para el transformismo (Fig. 6). Su imagen y su fama
la convierten en la primera drag queen famosa y reconocida de la historia. La
primera aparición de Julian fue en Broadway (1904), después de eso haría hasta
una treintena de películas. Destacó sobre todos más que por parodiar a las mujeres,
por crear la ilusión de que era una más. Llegó a crear su propia revista y su propio
espectáculo, pero tras la Gran Depresión y las campañas en contra de la homosexualidad
y transformismo, su nombre quedó relegado al olvido.
Fig. 6. Fotografías de Julian Eltinge. |
En España también existió un gran transformista de renombre, se le conocía como Egmont de Bries (Fig. 7). Fue un transformista bastante popular y controvertido de la primera parte del s.XIX. Su ambigüedad causó estupor y sensación a partes iguales en un país sumamente católico, analfabeto y con muchos prejuicios. Su nombre era Asensio Marsal Martínez y luchó para estar en el panorama español hasta el final. Fue tal su éxito que llegó hasta los teatros de París, así como a otros de distintas capitales europeas. En 1924 daría el salto a las Américas para actuar en EEUU, Argentina, Venezuela o Cuba entre otros. Tuvo grandes éxitos en los teatros de Nueva York, pero acabaría volviendo a España. Adoraba vestir de flamenca, un rol en el que se sentía cómodo y según él mismo era el mejor.
Fig. 7. Fotografias de Egmont de Bries. |
Otro rostro que debemos mencionar del panorama español es el de José Pérez Ocaña, más conocido como "Ocaña" (Fig. 8). Fue un símbolo de la resistencia franquista durante la transición, además de un gran olvidado de la historia española. Su humor desafiante, así como exhibicionismo le reportaron gran fama. Fue de los primeros en unirse a los movimientos de protesta LGTBI+ en una España aun retrógrada y arcaica, creando así el activismo queer. Un activismo que aun perdura en la actualidad. Sus shows fueron transgresores e innovadores, lo que le llegó a costar la vida. En 1983 creó un disfraz de sol para los carnavales de su tierra con papel y bengalas, que ardió provocándole la muerte. Su muerte no fue en vano, puesto que su legado perdura aun en transformistas y artistas tales como la Prohibida, Kika Lorace, la Petróleo y la Salvadora o Samantha Ballantines entre otras. Gracias Ocaña o Egmont de Bries hoy podemos disfrutar de shows y espectáculos como los de la Gala Drag Queen de Gran Canaria, tan afamada y disfrutada por todos, algo impensable hace 50 años.
Fig. 8. Fotografía de Ocaña. |
Pasarían décadas oscuras hasta que el transformismo tuviera un nuevo rostro que lo catapultase a la esfera social. En la década de los 90 aparece en el panorama RuPaul, siendo tal su éxito que ha llegado a consagrarse con su propio reality de éxito, Drag Race. Ha llegado a trabajar con grandes empresas y grandes artistas, que no han dudo en añadir a sus show o marcas un personaje icónico y transgresor como es RuPaul. Su talento ha conseguido visibilizar a un colectivo y una forma de vivir únicas.
En conclusión, el transformismo ha sido perseguido, criminalizado y repudiado, pese a que la verdad es que lleva en nuestras vidas desde tiempos inmemoriales. Desde héroes hasta dioses, muchos han cambiado su apariencia a la del sexo opuesto por diversos motivos. Muchísimas culturas incluyen esta práctica en su forma de vida desde hace siglos. En Japón por ejemplo lo vemos en el teatro kabuki o en las óperas chinas, donde los hombres adoptan el rol femenino. En el cine mismo lo hemos visto en muchísimas ocasiones. Películas tales como “Un hombre llamado flor de Otoño” (1978), "To Wong Foo, Thanks for Everything!" (1995), "Hedwig and the Angry Inch" (2001) o “Las aventuras de Priscilla, reina del desierto” (1994), entre otras, han sido de gran repercusión y visibilidad para esta profesión. La caracterización de cada transformista o drag queen es una obra de arte en muchas ocasiones poco valorada. Cada noche salen al escenario a dar el 100% y hacernos disfrutar con su magia en un ritual ancestral. Como las deidades de los mitos, salen como diosas para regalarnos su arte. Muchos quedaron en el más absoluto olvido por culpa de la ignorancia, el temor y el miedo. El miedo a una forma de vida que la gente desconoce. Porque tras el maquillaje, la purpurina y las pelucas existen grandes personas, grandes artistas. Posiblemente me haya dejado en el tintero muchos otros mitos e historias de más transformistas que aportaron su granito de arena durante los siglos, para que hoy en día podamos disfrutar de su legado en los escenarios y el cine. Una labor que han demostrado durante estos momentos duros actuando y entreteniendo al público que permanecía encerrado en sus casos. Por todo ello, gracias.
Imágenes
Imagen inicial: Las rosas de Heliogábalo, de Lawrence Alma-Tadema (1888).
Imagen final: Samantha
Ballantines, transformista y artista de Cádiz (España, 2020). @samanthaballantines en redes sociales.
Bibliografía
Cejas, D.
(2018): "Travestiario". Ediciones Hidroavión.
Uso, J. C. (2017):
"Orgullo travestido". España: Desvelo Ediciones.
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