Grandes mujeres de la Antigüedad. Zenobia de Palmira, la última reina

Jose M Gil


Hace unos años, vivimos un acontecimiento trágico para la arqueología y la historia en general, la destrucción de Palmaria en manos ISIS (fig. 1). Esta ciudad, una vez joya de oriente, fue reducida a polvo. Su protector y director del Museo de Palmira, Jaled el-Assad, fue decapitado tras 40 años de trabajo en el yacimiento. Fue un arqueólogo que dio su vida, por lo que creía y respetaba, la historia. Sus últimas palabras escritas fueron dedicadas a su tan amada ciudad, Palmira: “La ciudad árabe de Palmira (Tadmor) ha sido un punto de encuentro entre Oriente y Occidente y un crisol artístico y cultural en el que han fusionado sus respectivas aportaciones para dar nacimiento a un arte arquitectónico original, resultante de tradiciones locales y exteriores.”
Su mítica reina Zenobia, estaría orgullosa del gran guardián fue. Hoy, en su honor y en el de todas aquellas personas que dan su vida por preservar la historia y la arqueología, hablaremos de Zenobia, la reina guerrera de Palmira.
Fig. 1. Imagen del antes y el después de los ataques terroristas, al yacimiento de Palmira. 

Infancia y juventud
No podemos hablar de Zenobia, sin mencionar Palmira (fig. 2). Para muchos historiadores, la ciudad está cubierta de un halo de sombras y luces. Su situación geográfica fue privilegiada, ya que estaba situada en un oasis del desierto de Efca en Siria. Para muchos, fue “la perla del desierto”, ya que durante siglos fue parada indiscutible de las caravanas comerciantes. Los objetos exóticos y de lujo, fueron el eslabón principal de su comercio y subsistencia. Según Plinio el Viejo, fue una ciudad notable, por sus riquezas, emplazamiento y sus aguas.
El origen de la ciudad es bastante complejo. Si bien es cierto, que existen tablillas cuneiformes del s.XVIII a.C., que mencionan la urbe. Incluso, en el Antiguo Testamento, encontramos menciones a la ciudad. Según este texto sagrado, Palmira fue fundada por el mismísimo rey Salomón. Pero, no será hasta la su introducción en el mundo seléucida, que la ciudad entre en contacto con la esfera helénica y alcance su máximo potencial. Con el paso del tiempo, muchas culturas entraron estrecharon lazos con Palmira, pero pese a esto, la ciudad mantuvo su esencia cultural todo el tiempo. 
Fig. 2. Yacimiento de Palmira antes del ataque de ISIS.

En la Historia Augusta, encontramos destellos de la temprana vida de Zenobia, pero hay que cogerlos con pinzas. Según este texto, a la joven reina había gozado desde su niñez de una educación noble. Además, le gustaba cazar y hablaba varios idiomas, egipcio, griego, latín y arameo. Su infancia, pues fue tranquila y apacible. Según los relatos, Zenobia pertenecía a la nobleza palmireña, por lo que gozaba de todos los placeres y la comodidad, que se pueden pedir con ese estatus social.
Vida como reina
La caída del Imperio Parto, junto al ascenso y aparición de los persas sasánidas, provocó el declive del comercio en Palmira. Esto obligó al ejercito palmireño, a hacer frente a los persas. Otro motivo, del enfrentamiento entre ambas potencias, fue el encarcelamiento del emperador romano, Valerio, por parte de los sasánida.
Justo en ese preciso momento, el marido de Zenobia, el príncipe Odaynat, fue nombrado cónsul de Roma por el mismo Valerio. Una de sus primeras tareas seria salvar al emperador, pero fue truncada ya que moriría asesinado junto a su hijo favorito, Hayran, en la ciudad de Emesa (actual Homs).
Zenobia y Odaynat se casaron en el 258 d.C. El príncipe ya tenía un hijo de un matrimonio anterior, pero eso no impidió que la pareja real concibiera otro vástago, Lucius Iulius Aurelio Septimio Vaballathus Atenodoro, más conocido como Vaballato. La muerte de su esposo en el 267 d.C., por motivos familiares, provoca que Zenobia deba regir Palmira hasta la mayoría de edad de su hijo Vaballato. Con ella en el poder, la ciudad expandió sus posesiones hasta límites insospechados (fig. 3). Aprovechó sabiamente, los problemas de Roma con las incursiones godas, para recuperar terreno perdido a favor romano e incluso hacerse con nuevos, como Egipto.
Fig. 3. Grabado de  la reina Zenobia.

En el 269 d.C. Zenobia y su general Zabdas, conquistan con la ayuda de Timágenes Egipto, pese al intento del prefecto romano Probo Tenagino de repelar sus fuerzas conjuntas. Tras la conquista, decapitó al prefecto y se autoproclamó nueva reina de Egipto. Algunos autores afirman, que Zenobia sentía una conexión con la última faraona de Egipto, Cleopatra, de la que incluso decía que era descendiente. Por lo que, quiso recuperar el legado de la gran reina de Egipto. Además, la monarca guerrera logró conquistar el Líbano, Siria, Palestina y Anatolia. Un duro mazazo a la autoridad y el imperio romano.  
La nueva monarca, embelleció y fortificó la ciudad de Palmira (fig. 4). Mandó a construir y colocar estatuas de su difunto marido y de ella misma, por toda la ciudad. Durante su reinado, la urbe gozó de prestigio, riquezas y fue joya de la corona. Pero, en el 270 d.C. sube al trono romano el emperador Aureliano. Una vez estabilizada la contienda con los godos, puso su mira en la reina guerrera. Primero, recuperó Egipto, para luego mandar todas sus fuerzas hacia Siria.
Fig. 4. Recreación  pictórica de Zenobia en Palmira. 

Su derrota más sonada fue en la ciudad de Emesa. De ahí, se dirigió hacia Palmira, donde fue sitiada por el emperador en el 272 d.C. Pese a tener fuertes defensas y un gran número de víveres, la ciudad cayó en manos de Roma. La reina Zenobia y su hijo fueron apresados en las inmediaciones del río Éufrates, cuando tratabas de cruzarlo tras la conquista de Palmira por las tropas de Aureliano. El emperador ordenó, que Zenobia fuese enviada a Roma donde seria ejecutada por traición.   
Mito o realidad
El reinado de Zenobia fue efímero, tan solo duró del 267 al 272 d.C. Pero, durante siglos, su imagen y logros han sido mitificados y comparados con el de otras grandes reinas como Cleopatra o Boudica.
Comencemos por su nombre. Zenobia era el nombre latinizado del palmireño Bath-Zabbai (hija de Zabbai/Zenobios) (fig. 5). Vivió entre el 235 al 273 d.C., siendo descendiente de la realeza seléucida, por su padre. Una vez casada, es nombrada Septimia, por su marido el cual se llamaba Septimio Odenato/Odaynat.
Fig. 5. Recreación pictórica de Zenobia. 

Para los romanos, fue una monarca exótica y combatiente como hacía mucho que no veían. Además, gobernó y dirigió el imperio de Palmira mejor que cualquier hombre. En el imaginario romano, fue relevante por su hazañas contra el Imperio, así como sus victorias, las cuales le reportaron estar a la altura de mujeres tan relevantes en el panorama romano como Cleopatra, la reina de Asiria, Semíramis o de Boudica, la reina de los icenos (de la cual hemos hablado aquí).
La realidad es, que las fuentes antiguas que hablan de la figura de esta reina guerrera son confusas y a veces incompletas, por lo que son poco fiables. En la Historia Augusta, se la menciona como una gran monarca, siendo mejor que el propio emperador en ese momento, Galieno. El texto la describe así:
En efecto, una extranjera, de nombre Zenobia, de la que ya se han dicho muchas cosas, quien se jactaba de proceder del linaje de las Cleopatras y los Ptolomeos. Ocupó (imperavit) el Imperio en nombre de sus hijos Herenniano y Timolao (Vabalato), más tiempo del que una persona del sexo femenino podía soportar. Pues está orgullosa mujer desempeñó las funciones de un rey, durante el mandato de Galieno y mientras Claudio (II el gótico) se encontraba ocupado en la guerra con los godos, y sólo cuando con gran dificultad fue vencida por Aureliano (emperador) y llevada en su triunfo, se sometió a la ley de Roma.
Además, el texto la describe físicamente de una gran belleza exótica, así como inteligente, culta y políglota (fig. 6):
Era de rostro oscuro, de color moreno, con unos ojos negros que irradiaban un vigor extraordinario, de espíritu divino y de una belleza increíble. Sus dientes eran tan blancos que muchos pensaban que tenía perlas en lugar de dientes. La voz, clara y semejante a la de un hombre. Se expresaba en egipcio de manera perfecta y que conocía la historia de Alejandro y de Oriente, e incluso que escribió ella misma un epítome. A pesar de todo leía en griego la historia latina, con lo que se deduce que no conocía bien el latín, lengua que obligó a sus hijos que aprendieran y hablaran.
Fig. 6. Estatua de Zenobia. 

A todos estos rasgos, hay que sumarles, los de buen gobernante, estratega, clemente e indulgente, todo lo que un buen prínceps debía de tener. Para los romanos, que una mujer tuviese estas cualidades era bastante controvertido, puesto que, para el mundo latino, el ideal de mujer era el de una buena matrona, dócil, pura, casta y servicial.
Además, Zenobia se rodeó de lo mejorcito del panorama intelectual mediterráneo. Gozó de la compañía de intelectuales y filósofos de la época, como Casio Longino, Pablo de Samotracia o Apolonio de Tiana. Este último, fue consejero de Julia Donna. Por su parte, Pablo de Samotracia afirmó que la reina se sintió atraída por el judaísmo, llegando incluso a dar asilo a los maniqueos en su reino. Su acercamiento a las emperatrices sirias es palpable en la numismática encontrada con su efigie, donde aparece con el epíteto de “Augusta” (fig. 7). Pero no solo fue reverenciada por su belleza y cultura, sino que sus dotes militares fueron comparadas con la de los viris militares romanos.
Fig. 7. Moneda con la efigie de Zenobia. 

Lo que queda claro, es que Zenobia fue una gran regente, que supo gobernar y expandir su territorio mejor que cualquier hombre de su época. Su legado, queda hoy manchado por las voces que dicen que su historia fue mitificada. Pero, la realidad es que Zenobia de Palmira fue una adelantada a su tiempo. Salió del papel establecido de mujer pasiva y florero, al que estaba acostumbrada la sociedad romana, y por eso muchos historiadores posteriores la vilipendiaron. Consiguió en poco tiempo, que Palmira fuese una joya de oriente, llena de lujo, riquezas y prosperidad. Se proclamó reina de Egipto, tras siglos desde la última regente, Cleopatra, de la cual se sintió heredera. Su vida, entre el mito y la leyenda, demuestra que las mujeres de la Antigüedad fueron guerreras, estrategas y con autoridad, pese a lo que nos han querido hacer creer durante los siglos venideros (fig. 8).
Fig. 8. La reina Zenobia dirigiéndose a sus soldados (1725-30) de Giovanni Battista Tiepolo. Óleo sobre lienzo. Galeria Nacional de Arte, Washington DC.

Zenobia en las artes
Pese a la gran historia que hay tras la vida de Zenobia, poco se ha hablado de ella en la gran pantalla. En 1959, bajo la dirección de Guido Brignone, se rueda una coproducción entre Italia, Francia y Alemania del Oeste, con el nombre de “Bajo el signo de Roma” (fig. 9).  Esta película narra los últimos años vida de la reina Zenobia. Comienza en el 272 d.C., cuando el emperador Aureliano envía al cónsul Marco Valerio a Palmira, para favorecer las negociaciones y la rendición de la reina. Tras muchas intrigas y amores, consigue que la ciudad se rinda al Imperio. Aunque, Zenobia en vez de ser prisionera de Roma como sucede en la historia, acaba convertida en esposa del emperador. Lo que no sabían ni Marco Valerio, ni Zenobia, es que en el transcurso de las intrigas palaciegas acabarían enamorados.
Fig. 9. Cartel de la película "Bajo el signo de Roma".

El film está compuesto por un gran reparto. En la piel de Zenobia se puso la actriz sueca Anita Ekberg (fig. 10), como Marco Valerio, George Marchal y como el emperador Aureliano, Gino Cervi.
Fig. 10. Fotogramas de la película "Bajo el signo de Roma" con Anita Ekberg como Zenobia.

Pero, no solo en el celuloide hemos podido ver la historia de Zenobia. En 2011, Jose Luis Corral escribió su novela titulada “La prisionera de Roma” con la premisa de la historia de la reina guerrera (fig 11). El catedrático de Historia Medieval de la Universidad de Zaragoza cogió todos los elementos interesantes de la vida de la reina y creó una novela a partir de un personaje real. La reina de Palmira fue una mujer enigmática, atractiva y culta, que tuvo que hacer frente al mayor imperio conocido hasta ese momento, Roma. Por lo que, una novela de su vida es cuanto menos fascinante. Pero, además, la novela recrea a la perfección monumentos y ciudades, así como los entresijos de los ejércitos romano, palmireño y persa.
Fig. 11. Portada de la novela de José Luis Corral sobra la vida de Zenobia titulada "La prisionera de Roma".

Bibliografía
Hidalgo de la Vega, M.J. (2017): Zenobia, reina de Palmira: historia, mito y tradiciones. Universidad de Salamanca. Florentia Iliberritania, vol.28, pp. 79-114.
Monferrer-Sala, J.P. (2012): La caída de Palmira o la historia de Zenobia. Universidad de Córdoba. Anaquel de Estudios Árabes, vol. 23, pp. 83-108.

Jose M Gil / Autor

Historiador, divulgador, colaborador e investigador de cultura e historia LGTB+ .

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